Mi perra vida temporada 2025, episodio 1.

Relato – Sangre pura | Poema – Entusiasmo – Bibiana Collado Cabrera | Reseña – El informe – Remedios Zafra | Frase robada – Manuel Azaña | Bonus track

Sangre pura

Esos pequeños pueblos eran los últimos en recibir noticias, por lo general ignorados, no le ofrecían ningún interés a quienes orquestaron los últimos días. En el pasado, ya lejano, solo habían servido para enviar hombres, mujeres y niños que cansados del hambre y el abandono, decidieron subirse con otros miles al tren asesino que los llevaría a saciar su pobreza, jamás a mejorar su condición humana.

Esos “paisanos” como los llamaban, jamás volvieron, primero porque apenas podían asomarse fuera de las fábricas y campos clandestinos que los explotaban, un poco menos que en su patria. Después porque se volvieron eficaces e indispensables, es decir invisibles. Esa gran tierra que quería ser grande otra vez, creyó que todo funcionaba gracias a su pureza, que les confería la superioridad de prescindir de aquellos que les manchaban su blanca tradición, les distorsionaban el lenguaje, y les alimentaban sus voraces vicios.

Esos blancos y puros ya se habían aburrido de ver sus guerras intestinas por televisión o en sus pantallas, con más tiendas de armas que cafeterías de cadena, contaban con un ejército entrenado por décadas en noticiarios y sagas de películas que, los impulsaban a defenderse del enemigo que les ensuciaba sus sagradas escrituras. La gran mayoría por miedo o por olvido decidieron al inicio que el ejército desplazara a una decena de millones hacia el sur, a su podredumbre, de donde nunca debieron haber salido. Los cálculos más conservadores indicaban que ese éxodo tomaría décadas y muchos recursos. Tenían que cuidar su valor más sacro, el dinero sería necesario para defenderse de todas las amenazas que siempre les acechaban.

Así cuando los contrapesos se derrumbaron, se concedió el derecho inalienable a defender su pureza, dando libertades absolutas para usar las numerosas armas que defendían cada hogar. Se pasó de la deportación de ilegales, al asesinato impune de impuros, esos que amenazaban su blanca pureza.

Disolvieron en la práctica, lo que desde hace décadas habían eliminado ideológicamente, los organismos internacionales para defender la paz, que en realidad siempre habían sido sus intereses. Pero ahora con un pueblo bien armado, entregado a su paranoia, poco necesitaban de validación externa.

Ante la irracionalidad, las patrias se hartaron, y los que pudieron fueron más allá de las amenazas, a escaladas cada vez más letales, reclamaban las miles de muertes en las calles, de esos a quienes llamaban impuros.

Esos blancos y puros que querían ser grandes otra vez, en el fondo nostálgicos de la guerra y el genocidio, decidieron recordar las viejas hazañas de esas dos bombas que tan lejos y tan rápido mataron a cientos de miles. Solo que ahora muchas patrias de los impuros acribillados podían contraatacar, armas muy costosas que llevaron la guerra a los que dictaban el orden.

Por primera vez nadie había ganado esa mundial batalla, pero los blancos y puros ya no podían ser grandes, ufanos de lo único que había quedado, su honorable linaje, apenas sobrevivían. Las mismas mentiras que iniciaron su purga étnica, décadas después les serviría para mantener y justificar la consanguinidad que comenzó a corroerlos desde dentro, genes tan parecidos, tan puros, que lo antes raro, ahora los mataba de manera cotidiana, por supuesto esas aberraciones de la genética eran honradas con trompetas, disparos y la bandera sobre el féretro.

La primera decisión que él y ella habían tomado, era la misma que los pocos miles que estaban en decisión de tomarla ejercieron. No perpetuarían esas terribles enfermedades arraigadas en su linaje inmaculado. La decisión más compleja era escapar, buscar un refugio, muy al sur, donde como sus centenarios antecesores fueron en busca de oro, ahora esos pueblos protegidos por el histórico abandono eran el oasis entre la destrucción global.

Escapar era difícil, pero se confundían con los de su color, saltar filtros, sobornar a los mismos de siempre; para llegar al sur donde los ojos, el pelo y la piel los delataban a todas luces. Décadas atrás ese aspecto era su salvo conducto para abrirles las puertas en esas tierras. Hoy era señal de enfermedad, de un organismo decadente. El misticismo de la región superaba la evidencia de que sus problemas estaban en su sangre; les temían, evitaban tocarlos, estar cerca de ellos, el temor al contagio era irracional pero eficaz. Al contrario de los blancos y puros que tomaron todas las medidas para deshacerse de esos indeseables, ahora las nuevas arcaicas circunstancias demostraban que, la indiferencia era la mejor manera de deshacerse de quienes portaban un crisol de enfermedades.

Sin poder darse a entender y con el miedo de la menguada población como escudo de defensa; morían de sed, de hambre o de alguna bacteria que su noble organismo no conocía y en poco tiempo los infectaba letalmente.

Sin acceso a los medios, caminar por zonas despobladas era la única manera de avanzar al sur, siguiendo el mito de un refugio que estaba dispuesto a recibirlos.

Él y ella la estaban pasando muy mal, apenas sobrevivieron cuidando el uno del otro, era lo único que les permitía seguir avanzando, todos los que lo habían intentado solos, inexorablemente morían o se mataban, el sufrimiento ante la máxima indiferencia era algo a lo que no estaban habituados, siendo el mejor motivo para el suicidio.

Él y ella, sabían que no lo lograrían, esas montañas áridas, sin vegetación ni agua, frente a sus cuerpos sedientos, enjutos, los iba doblegando con cada paso que adelantaban.

Ella fue la primera en ceder, comenzó a caminar más despacio, dejó de hablar, respiraba agitada, sudaba en medio del frío. Él la animaba, la esperaba, pero cada vez avanzaban menos, con los pocos metros que adelantaban y antes de que el sol los abandonara a sus espaldas, encontró una cueva donde pudieron pasar la noche, tal vez la última para ella. Él no quería ser vencido por el peso de sus párpados.

El ruido lo despertó y al levantarse de manera súbita cayó al suelo, tenía los pies amarrados, ella estaba inmóvil casi muerta, amarrada de pies y manos; intentó defenderla, evitar que se la llevaran, pero solo podía retorcerse tirado en el suelo como un gusano. Le gritaban, no entendía, el aullaba, gruñía. Logró levantarse y se lanzó sobre uno de los que se llevaba a ella; lo golpearon en la cabeza, cayó al suelo.

Aunque no les entendía, el agua, la comida y que no pareciera invisible o apestado, le daban algo de aliciente. No sabía que ella apenas sobrevivía con los remedios que los ancestros de esos impuros les habían enseñado; pensaba que había muerto.

Tras unos días, lo sacaron de la prisión y lo llevaron con ella. Por fin lo habían logrado, estaban en su refugio, ella lo vio y sonrieron, se acercó a besarle la frente, y cuando estuvo tan cerca de ella que reconoció su aroma, lo retuvieron y lo sentaron alejado.

El único intérprete del refugio les explicó la regla más importante, lo único que podía expresar en esa ajena lengua.

Su sangre estaba envenenada, si querían permanecer con ellos tendrían que separarse, mezclarse, no podrían estar juntos.

Aprendió a hablar esa lengua que era prohibida desde antes de la guerra genocida que detonó todo, incluso aprendió a quererlo, aunque siempre reservó su corazón a él, que decidió no aceptar, y fue abandonado en la cueva donde lo encontraron; con el tiempo ella y su hijo impuro le llevaban flores donde lo hallaron unas semanas después de ser expulsado del refugio.


Entusiasmo – Bibiana Collado Cabrera

Recuéstate sobre mi vientre,

aquí, sobre los centros

donde confluyen tantas veces los dolores,

donde se siembran entre espasmos las delicias.

Acércate aún más

y palpa mi piel con el asombro

de quien llega a la tierra

sobre la que edificará su casa.

Apoya tu mejilla en el costado

y huele conmigo la ferocidad dulce del deseo,

la vida aconteciendo entre chispitas de carne,

el regalo de la salud en nuestras ganas.

Guarda estos instantes en ti

porque volverán a pasarnos por el corazón

cada vez que dudemos.

Ven,

deja que mi cuerpo se arquee

y te proyecte, como una flecha, hacia el futuro.


El informe – Remedios Zafra

Ya tenía deseos de leer a Remedios Zafra, y su novela Kafkiana, en la que la entrega de un informe burocrático va abriendo lugares oscuros e insospechados, inicialmente personales, pero posteriormente sociales y humanos. Transforma así una actividad anodina en una profunda crítica al sistema en que nos encontramos enfrascados.

Es profundamente reflexiva y suficientemente realista, para hundirnos en ese agujero que es la vida moderna, así como a los atavíos que nos impiden tener una aproximación más saludable con la “realidad”.

Al ser una obra alejada del canon anglosajón que para mejorar sus índices de ventas se promociona como el manual de respuestas a todos los problemas del mundo y el desasosiego que lo acompaña; Remedios Zafra simplemente nos abandona en ese árido y oscuro espacio que es la vida contemporánea, lo cual es de gran valor, ya que contrasta con las pantallas que nos llevan a las antípodas, haciéndonos creer que esto es un paraíso idílico.

En resumen, un estupendo libro.


Frase Robada – Manuel Azaña

La mejor manera de guardar un secreto es escribirlo en un libro.

Bonus Track

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