Mi perra vida, la vigésimo segunda semana del año 2024.

Relato – Por qué no voy a votar | Frase Robada | Poesía – Fátima López | Reseña – La Virgen de los sicarios | Bonus Track

En esta ocasión les quiero contar que ademas del contenido habitual, verán una versión en audio, para quienes no tienga tiempo de leerlo, lo podran ir escuchando durante las eternas horas que comparten con su automovil. Está versión solo estará disponible en las siguientes ediciones de “Mi perra vida” para los suscriptores de pago que apoyen este proyecto, desarrollar esta versión requiere aún más tiempo y cuidado, por lo que su apoyo es indispensable para dedicarle tiempo a esta versión.

¡Espero contar contigo!


Por qué no voy a votar

En México no hay una obligación legal para votar, por lo tanto, hacerlo o no, no convierte a nadie en héroe, ni en villano. Antes de comenzar, lo que pienso, hago y escribo, no busca ser panfleto político, ni guía de vida, o precepto filosófico. Es mi opinión, tan válida o inválida como la del resto de los mexicanos.

Recuerdo como uno de los pasos trascendentales de mi adolescencia, el trámite para obtener la credencial que me permitía dar fe legal de mi existencia autónoma, mi mexicanidad. Ese trozo de plástico era la prueba irrefutable de que, la sociedad confiaba en mi capacidad para abrir una cuenta de ahorros en el banco, comprar alcohol libremente, conducir autos, subirme a un avión solo, sobornar a un agente de tránsito que amenazaba con retirármela; y por supuesto elegir los candidatos de las diversas elecciones a puestos públicos.

Todos los beneficios de la reluciente credencial de elector, también conocida cariñosamente como INE, fueron ejercidos con presteza y regularidad; excepto subirme a un avión, eso fue lo último, pero antes que eso fue, votar por un presidente para este país.

Mi primera participación como votante tenía algo de místico, ya que fue en el año dos mil, momento trascendental para la humanidad, que logró superar el cataclismo del cambio de siglo, también conocido como el problema Y2K. Además, ese año me convertía en miembro de una generación que había habitado este mundo en dos siglos diferentes. Y como corolario de sucesos históricos en mi entonces corta vida, el escenario político indicaba que, por primera vez en setenta y un años, el partido hegemónico el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdería su lugar en la presidencia, siendo arrebatado por el Partido Acción Nacional (PAN), es decir pasaríamos de un gobierno de derecha a otro, pero al menos pasaría algo.

Vicente Fox era un güero altote, dicharachero, botudo, misógino (a la postre resultó mandilón), pragmático y contundente; sonaba a leguas una mejor alternativa que sus contrincantes.

Ya portando la banda presidencial se demostró cabalmente que, era un hombre congruente entre el pensar y el actuar. Así las cosas, dejaron de ser divertidas, porque no es lo mismo ver a un bufón haciendo payasadas, que ejecutarlas. Esa fue la primera y última vez que voté.

Yo no sé qué opinarán los otros 15.98 millones de votantes que lo elegimos, pero para mí era una gran vergüenza oírlo hablar, y verlo actuar; así como a su consorte, la cual cumplía con el aforismo de que, siempre hay un roto para un descocido. Me parecía rotundamente irresponsable aceptar que yo había participado en la construcción de esa barbarie.

A lo largo de ese sexenio, me di cuenta de mi cinismo, me creía un ciudadano mexicano solo por pararme en una urna cada seis años, con el amplio desconocimiento de las propuestas que planteaban como mentiras los candidatos, y tachar una papeleta. No podía creer que la democracia fuera eso.

Me conflictuaba la gran disparidad de este país, donde para algunos el agua potable era una lucha social justa, y para las minorías millonarias les parecía justo desarrollar una agenda que les permitiera pagar menos impuestos, u otorgar menos prestaciones a quienes despojaban de su plusvalor. No lograba entender cómo podría haber una democracia con peticiones tan opuestas.

Además, comenzó a gestarse la idea de que el tan sonado evento democrático por excelencia, era más un proceso mediático y administrativo.

El siguiente sexenio confirmó que nuestras aparentes decisiones (casi siempre otros son los que realmente deciden) democráticas eran siempre un error. La famosa y sangrienta guerra contra el narcotráfico, promovida por nuestros vecinos del norte y asumida como dogma de fe por Felipe Calderón, fue la ficha de dominó que determinó la caída de otras más. Por supuesto siempre las que caían, eran las fichas más pobres, porque la élite económica y la cúpula del narcotráfico apenas resintieron los efectos de tal guerra. Sin duda fortalecieron sus capitales y territorios, tan es así que el número de millonarios en México pasó de 30,000 en el año 2000, a 145,000 al final del sexenio de Felipe Calderón. En esa época era más fácil conocer a alguien que había sido presa de la delincuencia, que a un amigo de un amigo millonario.

La cinética presidencial tampoco se modificó después, y peor aún la misma herramienta democrática llevó al poder a Trump, Bolsonaro y Milei, por tan solo mencionar algunos ejemplos barbáricos de las capacidades de un homínido.

Entonces la pregunta era ¿la democracia no sirve? Yo creo que la democracia es tan eficaz como una receta de cocina, importan muchísimo los ingredientes y qué tanto nos alejamos de la formula original.

Ahondando sobre los ingredientes, hay que considerar que al menos una tercera parte de la población se encuentra en la pobreza, y su injerencia en la toma de decisiones trascendentales en el país es prácticamente nula. Contrario a lo que ocurre con el gran poder económico, o acaso hay duda sobre el poder de decisión que tiene un gran empresario que, participa muy activamente en: construcción e infraestructura, servicios financieros, telecomunicaciones, minería y químicos, medios de comunicación, bienes raíces, retail y comercio, tecnología de servicios digitales, hasta la administración de centros penitenciarios. Tan sólo el imperio de la comunicación le ha costado al país el 1.8% del producto interno bruto, para contextualizar es el equivalente al 30% del presupuesto en educación.

No se trata de justificar mi incredulidad en la democracia mexicana, por el actuar de sus élites económicas. Pero no dejo de imaginarme que, lo que dice, opina, ordena o interfiere Carlos Slim es más determinante para este país, que mi voto, con el de todos los mexicanos pobres.

Y ni hablar del poder de los capos del narcotráfico que, pueden condicionar al presidente a saludar personalmente a la madre de uno de los mayores asesinos y delincuentes de este país. A lo anterior no hay que olvidar que estas mentes maestras de la delincuencia fueron formadas por las élites de Estados Unidos, y en las estructuras pagadas con nuestros impuestos, es decir el ejército mexicano, que hoy controla lo inadmisible.

Noam Chomsky dice que el devenir de los países está determinado en buena medida por cómo actúan sus élites económicas, así que, solo veamos al impresentable de Ricardo Salinas Pliego. Considero que lo mencionado es impreciso, soy creyente de que todos los individuos tenemos un papel ínfimo, pero determinante en el futuro del país. Pero si creemos que, saliendo a votar cada seis años, es la manera de resolver las problemáticas de nuestro país, es irrisoriamente ingenuo, es casi como pedirle a un alcohólico que no se tome una cerveza, y todas las demás botellas de ron le sigan matando el hígado.

Ojalá todos aquellos que se desgarran las vestiduras sentados en sus sillones, dejaran de apoyar a los bufones del narcotráfico y a la élite millonaria, y tuvieran consideración por su entorno más cercano, una sensibilidad suficiente para levantarse y apoyar a los que aún siguen siendo subrepresentados por todos los gobiernos.

Sencillamente no voto porque los ingredientes de la receta son sangre, pobreza y corrupción. Todo ello orquestado para decidir si al país le arrancamos el ojo izquierdo o el ojo derecho, si lo matamos a balazos o lo violamos impunemente. Participar en la decisión sobre cómo asesinar al país nos hace responsables del delito.

Mi decisión de no votar me hace irresponsable, pero consciente y entendido de mis actos. Así que entre ser partícipe de un asesinato (ya que no importa quien gane, la historia lo demuestra), prefiero ser irresponsable.


Frase robada

Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana de sueños intranquilos, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto.

La Metaformofis – Franz Kafka


Amrita (fragmento)


La Virgen de los sicarios

Fernando Vallejo

Frecuentemente descubro que tengo venda, un filtro que altera lo que pienso, modulando de manera errática mi forma de ser ante los demás. Y aunque pareciese que no tengo filtro, y solo me dirijo bajo los mandamientos del lóbulo frontal, la realidad es que no.

Por eso enterarme de la escritura y la praxis del colombiano Fernando Vallejo fue una luz (no puedo decir que de esperanza) que iluminó mi camino.

Su excelsa sensibilidad embebida en una mente brillante, hace que sus diálogos y argumentos sean como una ducha de sangre, sufrimiento e intelectualidad, descarnada, cínica y valiente.

La descripción de una Colombia oscura, hundida hasta el cuello de delincuencia, que nada le envidia a México, hace sentir tan cercana esa realidad nada edulcorada, que además, se aleja de cualquier lección moralista.

Vallejo se sabe una mierda y por lo tanto, narra la maldad y podredumbre a ras de suelo, haciendo que la perversa realidad corte las venas de sus lectores. Pocas veces la valentía y la percepción de la realidad absurda se integran tan bien. Esta novela es un paseo por el basurero que es el mundo. Todos sus personajes son oscuros, y sus historias sin ningún atisbo de final feliz, probablemente lo más feliz que les puede pasar es que tengan final, que los aleje de este mundo esclavo del modo imperialista de vivir.

Tétricamente me identifico mucho con Fernando Vallejo, tengo temor de ser como deseo.


Bonus track

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