Mi perra vida, la trigésimo sexta semana del año 2024.

Relato – ¿Lo disfrutaste? | Poema – Peregrino – Luis Cernuda | Reseña – El Visitante – Stephen King | Frase robada | Bonus track

¿Lo disfrutaste?

Después de cuarenta y dos kilómetros con ciento noventa y cinco metros; tengo el alma, cuerpo y corazón como una olla presión a punto de reventar, son demasiadas emociones reunidas en mi escuálido ser.

Me tiro en el suelo esperando que todas las partes de mi cuerpo se den cuenta de que hemos terminado la absurda idea de correr el maratón de la Ciudad de México. Escucho a lo lejos cómo la pareja de uno mas de los miles de corredores que se intentan recuperar le pregunta

– ¿Pero lo disfrutaste?

Y yo, enternecido por los años, los kilómetros y la literatura respondo para mis adentros

– Es muy temprano para saber eso.

Sabiendo que, efectivamente el tiempo altera la percepción que se tiene de una actividad que para todos los que la realizan implica diversos grados de sufrimiento, aunque también de correspondientes satisfactores.

Pero partamos por el principio, correr un maratón es absurdo en el sentido más propio de Albert Camus, está lleno de contradicciones. La distancia que hoy consideramos un maratón es decir 42.195 kilómetros, no es en realidad el trayecto recorrido por Filípides para avisar en Atenas a los espartanos del desembarco persa en Maratón, ya que se cuenta que muere después de un día de haber partido, lo que indica que en realidad pudo haber recorrido 213 km, corriendo desde Atenas a Esparta para pedir refuerzos.

También es absurdo que hace poco más de un siglo se le agregan 2.195 kilómetros, para así constituirlo como la distancia oficial del maratón, ya que Alejandra de Dinamarca (Reina de Inglaterra) deseaba fervientemente que la carrera pasara frente al palacio real.

A pesar de todas esas mitológicas mentiras y caprichos el maratón no deja de ser la prueba reina del atletismo. Por motivos diversos, particularmente por su dualidad de ser posible e imposible al mismo tiempo, es imposible en esencia, pero posible en la praxis. Esta superposición cuántica se torna unidimensional hasta que se cruza la meta.

Por sí mismo implica todo un proceso de contrición propio de la más profunda cristiandad, donde los sacrificios son válidos y suficientes para lograr el fin máximo, recorrer tan fatídica distancia. Llegar a la meta, invariablemente, siempre se sufre, los atletas consagrados o el corredor improvisado, todos en ese gradiente de capacidades sufrimos el maratón.

El motivo que lleva a una persona a empeñarse en tal travesía es diverso: rendir un luto, cumplir una promesa (para sí o para alguien más), enderezar algo retorcido, alimentar nuestro ego, solidaridad, hermandad, diversión, entre miles más, todas igual de válidas.

Así como la distancia del maratón es falaz, así es el verdadero motivo para empeñarse en tal empresa. El solo hecho de romper una barrera que poca gente logra, en especial con algo tan elemental como dos piernas (y a veces ni eso), cerebro y corazón, son por mucho el móvil primario, que después ataviamos de sentimentalismo.

Pero también existe otro leitmotiv igual de ególatra, incluso más. Recibir el apoyo, porras, mensajes de ánimo, piropos, bromas, miles de canciones a lo largo del camino, mensajes mentirosos y otros sinceros. Todo eso viniendo de completos desconocidos, miles de ellos que te erizan la piel al pasar corriendo. Fuera de ese momento de comunión, ni siquiera cruzaríamos la mirada, pero en ese instante te gritan a todo pulmón:

– ¡Ánimo guapo ya falta menos!

– Grítales guapos eso los anima – dice una señora a su amiga mientras apoyan a treinta mil corredores, varios de ellos seguramente muy feos.

Para los habitantes de este orbe, sentimos frecuentemente que la ciudad nos da la espalda, pero tenerla por algunas horas volcada en ti, ser un puto rockstar por unas horas, es justiciero y adictivo. Y como pocas veces en una sociedad llena de inequidad, todos los corredores somos héroes efímeros, no importa que te tome un poco más de dos horas, o el tiempo máximo.

El maratón es justo, ya que, así como permite romper las reglas de una sociedad basada en castas, se tiene que pagar un costo; te rompe el alma, la resquebraja, te va haciendo pedazos el corazón todo el tiempo. Los invidentes con la mirada perdida, los pacientes con parálisis infantil empujados en silla de ruedas, ancianos que crujen en cada paso, los niños y niñas que no entienden bien porque hay tanta fiesta en las calles, voluntarios con agua y comida. Ante ese escenario el espíritu y las piernas se destrozan, después del kilómetro treinta realmente comienza la carrera, vamos negociando entre el dolor mental y físico, ya ni siquiera sabes porque lo haces, mucha gente encuentra miles de pretextos para seguir adelante, pero yo solo pienso en que debe terminar. 

Finalmente, después de cuarenta kilómetros se entra al corazón del centro histórico, vallas y miles de personas a cada lado de la calle te ensordecen, das una vuelta y súbitamente la respiración agitada se detiene menos de un segundo, es inconsciente, al mismo tiempo y no sabes por qué una lágrima desobediente se asoma. No importa si eres agnóstico o apátrida, tener enfrente la catedral de la Ciudad de México y la bandera ondeando evoca una emoción implacable.

¿Lo disfrutaste? No, lo sufrí. Pero lo voy a disfrutar por mucho tiempo.


Peregrino – Luis Cernuda


El Visitante

Stephen King, independientemente de su currículo como escritor, es transparente en la premisa básica del libro. Tras un inicio in medias res que eleva la tensión al máximo, abre las cartas de lo que será una historia inverosímil. Si bien la inverosimilitud de la historia es patente a lo largo de todos los capítulos, se torna el recurso necesario para cerrar la historia.

Honesta como premisa del thriller, no se puede evitar cierta confusión de la línea argumental. El asesinato de un niño, con una violencia desmedida, abre la puerta a una investigación policiaca que se rige por los principios de la lógica, y bajo esa lógica se lleva al lector por todos los vericuetos de una novela policiaca. Este trayecto, que consume una buena parte de la obra, comienza de manera abrupta a transformarse en una historia de fantasía, que contrasta intensamente. Conforme la fantasía avanza para explicar el conflicto, torna desabrido el cierre, que se arriba altamente previsible, contrastando con el alto nivel de incertidumbre que venía teniendo, haciendo que las últimas páginas vayan perdiendo fuerza y lleguemos al lugar común.

El conflicto de la historia radica en, encontrar una explicación a la situación de tener un asesino claramente identificado por una multiplicidad de evidencias sólidas e inquebrantables, pero con evidencias igual de sólidas sobre su presencia a cientos de kilómetros mientras ocurría el asesinato. Este conflicto primario se acompaña de otros tantos que adornan el cuadro con grandes pinceladas de sangre. Un asesinato al más viejo estilo JFK, la destrucción inclemente de la familia afectada, una tímida discusión ética sobre los errores cometidos en el desarrollo policiaco del caso, y por supuesto la conversión de todos los personajes hacia la creencia de fenómenos muy paranormales. Desafortunadamente el conflicto más importante se queda en el aire. Se puede aceptar que los personajes fantasiosos y paranormales no se tienen que regir por las reglas de este mundo capitalista, pero no se establece una motivación genuina del asesino y se trata de explicar a través de algo aún más fantasioso y paranormal, como lo es una película mexicana de bajo presupuesto con representantes de la lucha libre como heroínas, esto es innecesariamente surrealista.

Claramente el desarrollo de los personajes es bueno, pero no muy bueno. Los personajes principales, es decir los policías encargados del caso, en términos generales muy congruentes, hasta que el autor los tortura para aceptar las explicaciones más absurdas. Una serie de personajes secundarios que tienen participaciones más cortas, pero muy significativas, una de ellas es necesaria para resolver el conflicto, una investigadora muy poco escéptica. A pesar de que esta nueva investigadora abre la puerta a los sucesos paranormales para explicar el asesinato, es muy empática debido a manías y fobias que establecen un vínculo afectivo con el lector.

Algo que llama mucho la atención es la multipersonalidad del narrador, que cambia su tono conforme a la situación. Pero algo aún más llamativo es un narrador que se impacta por lo sucesos, y afecta su narración. Pareciera una transferencia para forzar al lector a tener emociones específicas ante ciertos sucesos.

La postura del libro ante la corrección política es clarísima y dócil. Nula descripción sobre el color de la piel, del mismo modo sobre el nivel socio-económico, y por supuesto son apartidistas. Tampoco existen posturas sobre la sexualidad de los personajes, solo una referencia a la disfunción eréctil del ente paranormal, situación que es un tanto extraña. Tenemos una mujer que resuelve el conflicto y convierte a los escépticos en creyentes, y las tradiciones de la cultura popular latina como llave que abre la caja de respuestas.

Se transmite claramente que esta historia es una representación de la cultura de los Estados Unidos de Norteamérica, cuerpos de policía estilo CSI, juegos de beisbol, el fanatismo de los noticieros, el Walmart aquí y allá, entre otros.

Conforme se avanza en la obra no se puede dejar de pensar en los Expedientes Secretos X, una vez ya ocurrió que Stephen King escribiera un capítulo de esta serie, puede ser que El Visitante fuese el thriller que no le dejaron contar en esa ocasión.

Yo lo recomendaría para los fans del autor y quien desea una historia de terror que no espanta.

No lo recomendaría a quienes buscan la mejor obra del autor o del género.


Frase robada


Bonus track

Finalmente, los caminos de la música son impredecibles, les dejo la canción con la que se entró en meta (gusto culposo).

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