Mi perra vida, la cuadragésimo segunda semana del año 2024.

Relato – Amanita | Poema – Recursos naturales – Maria Montero | Reseña – La Vegetariana – Han Kang | Frase robada | Bonus track

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Amanita

Como si la noche hiciera un trato con las desgracias, era la tercera vez que se tenía que levantar en la madrugada. La adolescente que llegó muy grave seguía empeorando. El primer día que llegó al servicio de urgencias, una de sus últimas palabras antes de que tuvieran que ponerle un tubo en la garganta para ayudarla a respirar, fueron para preguntar si estaba muy grave. Los médicos que la recibieron por más eufemismos que buscaban para no enfrentar la verdad, solo pudieron confirmarle que sí, su condición era muy delicada.

Su sangre no coagulaba, la presión arterial apenas se mantenía con dosis máximas de medicamentos intravenosos, y el resto de las toxinas que su cuerpo acumulaba amenazaban con colapsarlo en pocas horas.

Esa noche mientras el médico conducía por la antes saturada vialidad, solo pensaba qué hacer tras el segundo episodio de sangrado gastrointestinal en menos de veinticuatro horas. Le daba rabia saber que el culpable que despertó una guerra en el hígado de esa niña, era un té que le dieron unas monjas en un retiro espiritual, apenas hace una semana.

Al alba y después de intentar todo lo que tenían disponible, lo único que se podía hacer era hablar con sus padres, para explicarles su fracaso y pedirles que pasaran a verla por última vez. La única certeza era que su cuerpo no toleraría ese martirio mucho tiempo más.

La monja se levantó muy temprano, mucho antes de que la rutina del convento diera inicio y le robara toda su atención. Además, era el mejor momento, ya que la ligera llovizna de la noche y el fresco del otoño promovían el crecimiento de ese pequeño hongo que, solo se dejaba ver unas pocas semanas al año. Ella lo buscaba afanosamente, identificaba con la luz del cielo estrellado los montículos de hojas donde debajo el clima era más cálido, ahí estaban diminutos, los manejaba con cuidado, casi con cariño separaba el sombrero del tallo, para después exponerlos al sol y concentrar sus propiedades “curativas”.

Ella iba y venía cada noche, rompiendo las reglas del convento, pero consideraba que el motivo de su transgresión a una regla terrenal, tenía la venia celestial de quien impedía que la observaran in fraganti.

Esa tarde tenía otra visita, las cuales intrigaban un poco a sus superioras, ya que de manera errática a veces dos o tres ocasiones por año, y a veces mensualmente, acudían siempre unas adolescentes apenas salidas de la pubertad, se presentaban como amigas de la familia, y solicitaban visitarla, siempre una ocasión y nunca más volvían a verla.

En esta ocasión a la monja le sorprendió la invitada, su cara le parecía conocida, pero a pesar de su excelente memoria no lograba tener certidumbre de si la había visto antes, una de esas niñas a las que con necesidad imperiosa solicitaban su ayuda. Eso era importante, ya que la monja les hacía prometer que nunca regresarían a pedir que les diera el té, el cual resolvería lo que las hormonas, inexperiencia y un amorío irresponsable les invadía las entrañas.

La visita se alargó más de lo usual, sus superioras acudieron a tocar la puerta de la celda para saber si todo estaba bien, tras unos segundos la visitante salió con los ojos inyectados de lágrimas y la monja en su celda con una palidez alarmante clavada en su silla.

Pidió permiso para ausentarse en la cena, y poder irse a la cama más temprano, ya que no se sentía del todo bien. En la soledad de su celda, sacó del taburete el cajón donde guardaba su biblia y del fondo extrajo un frasco que almacenaba decenas de fragmentos del hongo que, en infusión, pensaba evitaría que dos personas y una en camino se arruinaran la existencia. Nunca imaginó que, en su intento de ir en contra de Cristo, éste le hiciera cargar con el dolor de saber que la amiga de su visitante había muerto a causa de esa milagrosa infusión.

Tomó el contenido de ese frasco, su reserva para más de un año, lo vació en el vaso de agua, y al terminar sus oraciones tomó todo su contenido sin pausa.

Recursos naturales – Maria Montero

La vegetariana – Han Kang

Debo aceptar que escuché este audiolibro al enterarme de que su autora recién era galardonada con el premio Nobel de literatura 2024. Pero su lectura se perfilaba retadora, ya que no siempre es fácil o satisfactorio leer al Nobel en turno, es decir existe sesgo a exigirle mucho, el casi millón de euros que gana no lo transforma en un ser inmaculado.

Hechas las pertinentes aclaraciones procedamos. La novela es exquisita, compleja y reflexiva.

La vida de una mujer en la moderna Corea del Sur, bajo el paradigma aplastante de una sociedad machista y basada en la meritocracia castiza, en ese telón se muestra el deterioro de la protagonista al darse cuenta del camino sin salida que es su cotidianidad. Hasta que el subconsciente se revela y le fuerza a encontrar la ruta de escape, siendo esto a través de regular lo único que puede, su alimentación. Y con férrea persistencia va clavando la bandera de su autodeterminación a través de dejar de comer carne. Transgrediendo todo orden social y familiar, abriendo las puertas a su oculta y reprimida personalidad. Tal rebeldía intenta ser acotada por las herramientas más coercitivas que permite esa sociedad, haciendo que se entre en una negociación, donde la protagonista a pesar de ir perdiendo terreno se mantiene tenaz, llegando a los límites para mantener su autodeterminación a pesar de todo.

Durante ese proceso de caída continua, se discute (como dicen los medios de comunicación) a través de una “elegante prosa poética” los problemas de la sociedad basada en el patriarcado y el capitalismo; de los demás vicios sociales, ya ni los aborda, con estos dos temas da para irnos desgarrando el alma y avergonzarnos de lo poco que hemos avanzado como sociedad global.

No sé si esto es motivo suficiente para ganar el Nobel de literatura, pero sin duda se gana su lugar en todas las bibliotecas.

Frase Robada

Bonus track