Mi perra vida, la cuadragésimo quinta semana del año 2024.

Relato – Almendras amargas | Poema – Sin Escape – Anónimo | Reseña – La Puta de Babilonia – Fernando Vallejo | Frase robada – Gonzalo Hidalgo Bayal | Bonus track

Almendras amargas

La jornada terminó siendo más pesada de lo esperado, a pesar del calor y gracias a las cervezas, se cumplieron los dieciocho hoyos. El alcohol enlenteció la ya tórpida dinámica, cuatro promesas ejecutivas, con tanta habilidad como indecisión para pegarle a la bola de golf, hizo que Joaquín tuviera que dedicarle un par de horas extras a su trabajo como Caddy en el club de golf.

Al menos los tragos para aplacar el calor, además de distender las horas, también aflojaron la cartera del directivo al que le habían asignado, y que debía tratar como príncipe. La propina por sus “excelentes consejos” era mejor que el sueldo recibido como profesor en la preparatoria el resto de la semana. Pero ese dinero no era suficiente como para olvidar la frustración de escuchar a esos tipos que bien pudieron haber sido sus compañeros en la universidad, sus pláticas dignas de sus actuales alumnos adolescentes. Estaba convencido de que la idiotez no respeta fronteras, ni clases sociales, ya que Jerónimo, el golfista asignado, colombiano que no desentonaba en absoluto con el arquetipo de ejecutivo en astronómico ascenso de alguna empresa multinacional de moda; conversaba apasionadamente sobre las fiestas, autos, relojes y las mujeres. Mexicanos, colombianos y argentinos, conformaban un selecto grupo; todos repetían las mismas anécdotas, siempre con más floritura, a modo de competencia para ver quién se colgaba más galones en los hombros.

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Mientras acomodaba los palos en la bolsa, observó que en uno de los cierres se asomaba el teléfono celular de Jerónimo. Al sacarlo vibró, y un mensaje apareció en la pantalla, lo leyó rápidamente antes de que desapareciera. Volteó a su alrededor, nadie lo observaba, apretó el botón y volvió a leer el mensaje.

“En cuanto te desocupes de tu casa, nos vemos donde siempre…besos”

Joaquín sonrió, entre envidia y complicidad, sus conversaciones en el campo, sobre deslices amorosos, al menos para Jerónimo parecían no ser solo presunción.

La tradición y el estereotipo era comer en el restaurante del club, con sus esposas perfectas recién salidas del spa, sin sus hijos perfectos, esos los cuidaban las nanas en el área de juegos.

Joaquín entregó el celular al capitán de meseros, caminó de regreso al almacén, lo alcanzó su colega del restaurante.

– Regrésate güey, el tipo del celular quiere hablar contigo.

Mientras esperaba en la recepción del restaurante a que saliera Jerónimo pasaron un par de minutos.

– Gracias parcero, me salvaste la vida.

Antes de que pudiera responder algo, Jerónimo sacó un par de billetes y se los colocó en la bolsa de la camisa.

– Estoy seguro de que ¿no viste nada? ¿verdad? – Le dijo Jerónimo mientras le guiñaba el ojo.

– No, creo que esta apagado.

Jerónimo pasó de la sonrisa socarrona a la seriedad sepulcral, cuando una voz de mujer salió detrás del Caddy.

– ¡Baby! Perdona me retrasé un poco en el masaje. No sabes, estaba super tensa. ¿Pero qué haces acá afuera? anda corazón vamos con los amigos.

Joaquín reparó en esa voz, le era muy familiar.

– Vine a agradecerle al Caddy, que me entregó el teléfono de la empresa, lo dejé olvidado.

– Tu siempre un príncipe – La mujer dejó atrás a Joaquín alcanzando un beso a su marido.

Joaquín sabía que estorbaba, se disponía a regresar a su trabajo, confirmó con la mano que los billetes siguieran en la bolsa de la camisa y dio media vuelta.

– ¿Tú te llamas Joaquín verdad? ¿No te acuerdas de mí? Soy Vanessa.

Joaquín había identificado a la dueña de esa voz, desde que la escuchó a sus espaldas. Vanessa había sido su novia los últimos años de la universidad. A ella la aceptaron para cursar una maestría en Bogotá, pero a él no. Y la promesa de un amor a distancia se frustró, así como las oportunidades de trabajo para él. Fue un mal año, sin maestría, sin trabajo y sin Vanessa.

– ¿Se conocen? – Preguntó Jerónimo, entre sorprendido y ligeramente consternado.

– Si claro. Fuimos juntos a la universidad, si te conté, Joaquín era mi mejor amigo.

– Nunca se me hubiera ocurrido, que trabajara aquí- replicó Jerónimo.

– Hay que ponernos al día, hace mil años que no nos vemos – dijo sonriente Vanessa.

-Si claro, cuando quieras nos organizamos, los dejo, voy a regresar a trabajar – Dio media vuelta y trató de alejarse lo más rápido que podía sin que se notara su tristeza.

– Joaquín despiértate, nos quedamos dormidos. Ayúdame a buscar mi ropa, tengo que llegar al club a la hora de la comida – Le dijo Vanessa con apremio.

Entre carcajadas, se intercambiaban la ropa regada en el piso del hotel donde a pocas semanas de su encuentro se citaban, para “ponerse al día”, como decían a modo de complicidad.

Se subieron a la camioneta de ella y se dieron un beso antes de que la puerta automática se abriera.

– Te voy a dejar en el club. Hoy no nos da tiempo de llevarte a tu casa. La próxima tenemos que poner una alarma.

Joaquín asintió, ya se inventaría algo por si alguien lo veía por los alrededores, era el cambio de turno, y les sorprendería verlo cuando pidió día libre.

Desde que Vanessa le propuso su plan, intentaba no ser el Caddy de Jerónimo, aunque tampoco era buena idea abandonarlo. Jerónimo no le prestó importancia a la “amistad” con su esposa, cuando aún no lo era.

Tras un par de semáforos en rojo particularmente largos, Vanessa rompió el silencio.

– ¿Qué has pensado de lo que platicamos para estar juntos?

En varios de sus múltiples encuentros, Vanessa le contaba sobre el maltrato que recibía por parte de Jerónimo. Él le contó sobre el mensaje del celular, y algunas de las historias que intercambiaba con sus colegas del golf.

– Yo también quiero estar contigo, lo sabes. Siempre lo quise, pero lo que me propones es muy extremo, muy arriesgado. ¿No crees que es mejor pedir el divorcio y ya?

Ella guardó silencio el resto del camino hasta llegar al club, pasó enfrente de la entrada principal, y rodeó la cuadra para dejar a Joaquín en la parte trasera.

– Piénsalo Joaquín, ya te conté lo que me pasa y lo que siento por ti – Se secó unas lágrimas y le abrió la puerta.

Joaquín le dio un beso en la mejilla con sabor a sal, y la vio partir.

No llevaban ni la mitad de los hoyos, pero la botella de whisky ya agonizaba. Jerónimo le dijo al Caddy que sacara una edición especial que traía.

Los más sedientos inauguraron ese regalo, todos alababan la añeja bebida, aludiendo notas y sabores exóticos, probablemente inventados por la presunción. Siempre decían las mismas alusiones cuando tomaban esa etiqueta, una de las favoritas de Jerónimo.

Finalmente, el anfitrión se sirvió un poco con un par de hielos, al primer sorbo, consternado, volteo a ver a Joaquín, y luego a sus colegas.

– ¿Sabe a cacahuate?

Antes de que pudieran inventar mas notas exóticas para el whisky, Jerónimo comenzaba a sudar y la piel se enrojecía.

Mientras olían sus bebidas y miraban la botella, Jerónimo con la cara inflamada apenas podía respirar. Contrariados, pobremente se movían, él se puso en cuclillas y cayó desmayado.

– Háblale a los paramédicos – le indicaron a Joaquín.

A toda prisa otros golfistas, personal del club, Joaquín y los amigos de Jerónimo miraban cómo el médico le inyectaba adrenalina en la pierna, para revertir la reacción anafiláctica.

– ¿Alguien sabe si es alérgico a algo?

Todos se miraron negando con la cabeza.

La inyección fue insuficiente, tirado en el pasto apenas respiraba. El médico comenzó a dar respiración boca a boca. A lo lejos se escuchaba una ambulancia, al llegar los paramédicos lo conectaron al monitor y solo pudieron confirmar que Jerónimo había muerto.

La multitud que se acumuló comentaba, varios pensaban que algún insecto lo había picado.

Conforme se fueron retirando, Joaquín se quedó a levantar todo el desorden y tiró el contenido de la botella en el pasto.

Aun respiraban agitados, desde la muerte de Jerónimo hace cuatro meses, sus reuniones eran más periódicas, siempre en ese lugar impersonal que no los comprometía. A pesar de la insistencia de Joaquín sobre hacer pública su relación, Vanessa argumentaba que tenían que esperar para no llamar la atención.

– ¿Y ese milagro? ¿A qué se debe el café y el pan? Esta relación definitivamente ya envejeció – le dijo Joaquín.

Esa tarde Vanessa llegó con un par de cafés y un panqué de almendras, en lugar de la botella de vino tinto acostumbrada.

– Se me antojó un café, estoy algo cansada – le dijo mientras lo abrazaba – sé que eres un tragón así que te traje algo para que resbale el café.

Él acercó la charola, y desnudos bebieron el café, le ofreció un poco de panqué con algo de incredulidad.

– ¿No te parece que las almendras están algo amargas? – le preguntó Joaquín mientras degustaba el postre.

– Si no está bueno, déjalo – no te vuelvo a traer nada nunca – le dijo a modo de broma.

Se quedaron dormidos, Joaquín en el abdomen de Vanessa.

A la mañana siguiente tomaba el avión a Europa, se había completado la transferencia de la herencia que le dejó Jerónimo al cambiar su testamento meses antes.

En la morgue donde habían llevado a Joaquín, el supervisor llamó a sus aprendices.

– Vengan, quiero que huelan con detalle este cadáver, murió por intoxicación con arsénico.

–  Huele como a almendras amargas – dijo uno de ellos.

Sin Escape – Anónimo

Apenas abre el sol, la luz

de sus ojos abre el día,

se peina, se viste, monta su coraza,

nadie puede (debe) tocar,

invadir su corazón, o arroparlo.

Entre rosales las espinas

con elegancia esquiva.

Exhausta de blindar, de impedir

que perpetren su alma,

se entrega a la oscura noche,

sin saber que los sueños

del penante pertinaz

le piensan secuestrar.

La Puta de Babilonia – Fernando Vallejo

Advertencia, si tienen algún apego, respeto o deferencia a la religión católica y su iglesia, desistan de leer este libro.

Si, por el contrario, lo que buscan es ese combustible intelectual para incendiar y destazar a la iglesia y lo que representa, Fernando Vallejo les dará eso y más.

Siguiendo su estilo elegante pero sincero, llamando a las cosas por su nombre, ciertamente llegando a la honesta crueldad, expone a modo de ensayo los descalabros de una de las instituciones más importantes de la sociedad de todos los tiempos.

Ya que, sin espacio, sin pausas, constante y pertinente deshebra la decadencia y mentira que inició hace un poco más de dos mil años, en los que problemas, escándalos y desgracias no han faltado, tantos como para llenar casi quinientas páginas tupidas de palabras.

Esas páginas también hay que ser honesto, pueden ser tediosas, cansadas, en particular porque desde el primer párrafo ya sabemos hacia a donde se dirigirá el resto del ensayo, así que hay que ser paciente, pero si es el tema que te interesa, la monótona transición del origen hasta nuestros días no dejará de ser grata.

Frase Robada – Gonzalo Hidalgo Bayal

Desear es confiar en el futuro, querer que el tiempo satisfaga nuestros caprichos o nuestras necesidades y querer además que lo haga cuanto antes, sin dilación alguna.

Bonus track

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