Mi perra vida, la cuadragésima semana del año 2024.

Relato – Existir corriendo | Poema – Elenco delle cose sensuali – Franco Arminio | Reseña – Las pequeñas virtudes – Natalia Ginzburg | Frase Robada

Existir corriendo

Para conocer un lugar nuevo o explorar los viejos vecindarios hay muchas maneras, unas mas ortodoxas que otras, por supuesto algunas cómodas, otras cansadas. Para mi una particularmente interesante es conocer el deseado lugar o el rincón cerca de casa, corriendo.

El primer día que llegué a Trieste era casi media noche, y entre mi perra hambre que me llevó a buscar alguna pizzería abierta a esas horas y la emoción de volver al pueblo logré conciliar el sueño en la madrugada primigenia. Afortunadamente el desfase horario jugó a mi favor, por lo que a las seis de la mañana mi cerebro ya estaba haciendo corto circuito, y lo primero que se me ocurrió fue ataviarme con la ropa de correr y salir a reconocer los antiguos caminos, que ahora han sido adaptados para que los de a pie o en bicicleta podamos explorar más cómodamente la frontera entre el suelo multicultural Triestino y el sereno Adriático.

Por supuesto la experiencia además de nostálgica es revitalizadora. Conforme los días han pasado y logro salir más temprano, la rutina es más interesante. La interfase que ocurre en el momento en que se apaga la iluminación artificial y la ciudad es cobijada por la luz mortecina de cuando casi amanece, le da un aspecto poético a sus ancestrales edificios. Incluso cuando el alba dista de iniciar labores, la madrugada oscura le da otro tono de piel a una ciudad que de día se viste monótona.

La fauna que deambula a esas horas es suigéneris y genuina. Los que están acomodando mesas para servir café y brioche en breve, los panaderos que con ritmo dan forma y consistencia al desayuno de los italianos.

Pero algunos menos rutinarios, algunos que comparten la oscuridad con el cielo. Ancianos que hartos de la soledad de sus viejos departamentos salen a platicarle al mar sobre un pasado que sólo ambos conocen y entienden. Un tipo que con tres o cuatro décadas en la espalda actúa como adolescente atormentado por el amor, se tambalea, logrando magistralmente que no se derrame una gota de la botella de cerveza que lleva en la mano, aunque falla estrepitosamente cuando habla por teléfono con la dueña de las lagrimas que le escurren.

A pocos pasos, siempre a la misma hora, está una mujer que en algún idioma ininteligible de medio oriente, habla por teléfono con dulce emoción mientras muestra el Molo Audace y la Piazza Unità d’Italia, quisiera preguntarle quien le evoca esa sonrisa perene.

Por supuesto están los colegas que desde lejos nos estudiamos y al pasar uno a lado del otro, con un leve movimiento de la mano o la cabeza confirmamos el pacto silencioso de los adictos a recorrer calles sin sentido, así seamos desconocidos o incluso antagónicos, nos une el perverso gusto de salir a sudar antes de que la vida se nos adelante.

Y la que nunca puede fallar, la naturaleza. El cielo naranja, un tímido arcoíris entre las nubes de Muggia. Un pequeño murciélago que errático, denota que tuvo una noche de copas. Y el eterno mar, que mientras te tomas un minuto para observar su inmensidad al borde del muelle, cuando menos lo esperas, se agita y revienta las olas, saludándote con unas gotas en la cara.

Así al volver a casa lleno de sudor y de vida, te preparas para entrar a un mundo menos grato, un mundo gris, en blanco y negro.

Poema – Elenco delle cose sensuali – Franco Arminio

Reseña – Las pequeñas virtudes – Natalia Ginzburg

Entre el vuelo de México a Italia terminé el audiolibro de Lucía Berlin titulado “Manual para las mujeres de la limpieza”, un muy buen libro que seguro reseñaré en otro momento. Y dado que en las siguientes semanas tendría gratas e interminables caminatas por una vieja conocida ciudad, de manera “azarosa” saqué de mi lista de libros por escuchar “Las pequeñas virtudes” de Natalia Ginzburg, autora recomendada por mi hermano.

Pues de modo interesante me acontece otras de las muchas coincidencias de la vida, entendida más desde el modelo de Jung en el que hay una sincronicidad de eventos que no son causa-efecto, sino eventos significantes que denotan una relación entre el sujeto y el universo. Esto viene a colación porque los padres de la italiana Natalia Levi, nombre de soltera de la autora en cuestión, eran unos triestinos de buena familia, en fin, cosas raras del perro universo.

Tanto el currículo como la vida de Natalia Ginzburg son vastos e interesantes, sin duda marcados primordialmente por sus multipremiadas novelas, o sus mas populares obras de teatro o guiones de cine.

Como escritora y mujer polifacética el ensayo no es algo menor en la obra de la Palermitana. En once ensayos francamente autobiográficos publicados entre 1944 y 1960, viviendo en Italia e Inglaterra, explora temas trascendentales de la vida, que reflejan la realidad de ese tiempo, que mantienen su actualidad y visión crítica casi ochenta años después, justo en un momento donde lo elemental cada vez es más nebuloso, y fácilmente podemos deambular en una sociedad absurda y fugaz.

Las reflexiones que hace con naturalidad alejada del adoctrinamiento instruyen y cuestionan, en particular sobre hacia donde vamos, dado que la línea trazada en su pasado y que pasa por mi presente, no deja muy claro hacia donde apunta en el futuro, dotando de grata incertidumbre; sensación difícil de percibir en este mundo que pareciese en extremo caótico y catastrófico.

Para mi yo del futuro tengo que resaltar “Relato de un amigo” y “Mi oficio”, por supuesto el más insinuante y reflexivo de todos es el que titula el libro, uno que por sí mismo vale la pena leer (o escuchar), en particular para quienes tienen hijos, pero no solo para ellos, todos los que reflexionamos cotidianamente sobre lo que nos acontece, nos sirve como un muy buen referente de valores que hoy se perciben lejanos.

Lo recomendaría a todos, no hay a quien no recomendar estos ensayos.

Frase Robada

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