Relato – La cura a las adicciones | Poema – A un poema de distancia – Elvira Sastre | Reseña – Balada del consentimiento mutuo – Berlot Brecht | Frase robada – Jorge Luis Borges | Bonus track
La cura a las adicciones
Decenas de flashes lo deslumbraron dolorosamente, la cabina en la que lo trasladaban del centro penitenciario hacia el juzgado era lúgubre. Las manos y pies esposados no le permitían más que dar pasos lentos, pequeños y ruidosos; aun así dos custodios a su lado y otros dos apostados detrás y enfrente de él, le hacían el camino aún más lento, así que los fotógrafos se daban un festín, debían obtener una imagen que despertara odio y aversión entre sus lectores.
Thomas era un tipo de baja estatura, algo rechoncho, moreno y con un pelo mal cuidado, lacio e intensamente negro, la barba rala de semanas que siempre había odiado y rasuraba cotidianamente, herencia de su padre, delataba sus orígenes rurales en México.
Aunque Thomas ya había nacido en Estados Unidos, y hablaba mejor inglés que español, su aspecto fue motivo de burla entre sus compañeros del colegio, que también migrantes habían heredado más rasgos reminiscentes del colonialismo o de las parejas norteamericanas de sus progenitores. Las burlas le afectaban poco, sus padres le inculcaron el orgullo de su raza, y además conforme avanzaba en el colegio, menos rostros morenos veía en los salones de clase, y para cuando se encontraba haciendo el doctorado en análisis biotecnológico del comportamiento humano, sus compañeros eran blancos, negros, amarillos y morenos de otros continentes.
Ahora encarcelado su aspecto servía para encender las hogueras de los extremos políticos del país, que usaron sus orígenes para testerear las raíces xenófobas de la gente, que detrás de la fila de policías y reporteros, vociferaban a cuatro vientos, exigiendo la pena de muerte.
Thomas sólo sabía lo que le transmitían los abogados de la empresa farmacéutica que lo reclutó cuando apenas salió publicada su tesis doctoral hacía ya siete años, en esa época tantos ceros en un cheque sorprendieron a sus padres que, no cabían de gusto por el éxito de su hijo. Ahora no los veía desde que la policía lo detuvo en el laboratorio de la compañía, de inmediato fue incomunicado, por su grado de peligrosidad lo han mantenido en una celda individual, sin iluminación natural, en la que sin libros, televisión o radio, estaba absolutamente incomunicado.
Al entrar a la sala de la corte, los murmullos aumentaron de intensidad, se había prohibido el acceso a los reporteros por motivos de seguridad, así que la habitación estaba a medio llenar y cuando los policías lo llevaron a su asiento, pudo voltear para ver a sus padres, que lucían tristes, derrotados. Ellos sabían que su hijo era inocente, pero su confianza se había doblegado con la avalancha de información alrededor del caso de Thomas, al que juzgaban por ser responsable directo de la muerte de cientos de personas adictas a drogas duras, que recibieron experimentalmente una terapia innovadora, esto reduciría su consumo a niveles casi inexistentes.
Esta era la última audiencia y para Thomas el veredicto no sería ninguna sorpresa, sus abogados le habían comunicado que gracias a un arreglo extrajudicial, se había acordado negar la pena de muerte. Así que no moriría en los siguientes treinta días, pero estaba seguro de que no estaría presente para enterrar a sus padres cuando les llegara la hora y que nunca podría vestir de luto para honrarlos.
Se pusieron todos de pie, el jurado entregó un sobre al juez, quien leyó la sentencia.
– Thomas Martínez, el jurado de esta corte lo encuentra culpable de los siguientes delitos: Manipulación de información científica. Se declara que el acusado incurrió en la manipulación deliberada de datos y resultados científicos, alterando la veracidad de la información con el fin de inducir a error a la comunidad investigadora y al público en general. Por lo que es sentenciado a cuatro años de cárcel. Generación de resultados fraudulentos. Se constata que el imputado elaboró y presentó intencionalmente resultados falsificados, simulando hallazgos que nunca fueron obtenidos mediante métodos válidos ni reproducibles, constituyendo un acto de fraude científico. Por lo que es sentenciado a seis años de cárcel. Exposición de grupos vulnerables a terapias de alto riesgo para su salud. Se reconoce que el demandado expuso a poblaciones vulnerables a tratamientos experimentales de alto riesgo, sin contar con la debida autorización ética ni garantizar la seguridad de los participantes, poniendo en grave peligro su integridad física y mental. Por lo que es sentenciado a diez años de cárcel. Autor intelectual del homicidio de ciento treinta sujetos de investigación alrededor del mundo. Se establece que el acusado actuó como autor intelectual de la muerte de ciento treinta individuos involucrados en proyectos de investigación a nivel internacional, al diseñar, ordenar y ejecutar acciones que resultaron directamente en la pérdida de sus vidas. Por lo que es sentenciado a cadena perpetua.
No se necesitaba un doctorado para saber que nunca volvería pisar las calles de Estados Unidos.
A un poema de distancia – Elvira Sastre
Me partí en dos
después de ti;
me dividí
como se dividen los días
según las ganas
que tengas de recordarme,
como se abren mis calles
cuando te descubren bailando
como el viento del invierno,
como la única chica feliz
en un bar de carretera
o la única chica triste
un viernes por la noche,
como un funambulista adicto a las caídas,
como si el precipicio fueran mis manos
y el miedo se hubiera evaporado de tus pies;
me fui y me dejé
contigo
tan desnuda
que pensé que jamás volvería
a tener calor
—en un mundo de contradicciones
eres mi reina—.
Dejé mi mitad
esparcida sobre tus sábanas
y entre tu pelo hundí mi nariz
mientras dormías
—o mientras escuchaba al mundo
respirar,
ya no sé—
para que no te dieras cuenta
de lo rabiosos que me resultan los días
cuando apareces,
es decir,
cuando no apareces.
Lloví sobre tu espalda
al mismo tiempo que sacaba el paraguas
para que mi ausencia no te salpicara,
a pesar de lo que me gustaría lamer
las heridas revueltas de tu costado,
y hacer nudos con mi lengua
con todo lo que se esconde detrás.
Me abandoné para ti,
sin saber si dejaba
más de lo que me llevaba.
Me caí,
de cabeza,
buscando el golpe de tus omóplatos
en mis ganas
de besarte
cada día,
todos
los
días,
todos los besos,
todo tu cuerpo,
todo tu pelo,
cada
día,
todos los días.
Me quedé dentro de ti
mientras me marchaba.
Y así ando ahora,
dando traspiés con un solo pie;
haciendo todo a medias
desde ti;
balanceándome inerte
entre tantos recuerdos
que te juro que aún rememoro
cómo era eso de sentir,
es decir,
de besarte;
paseando, tan torpe,
entre tu nombre
y mis heridas,
con la incoherencia
de querer llevarte a la guerra
al mismo tiempo que te acuno en mi paz;
hablando a medias
porque después de probar tu boca
las palabras ya no sirven de nada;
latente,
a un poema de distancia
de querer volver a besarte,
a una última canción
de volver a bailarte de nuevo;
con un ojo entreabierto
por si se te ocurre volver a mirarme
y no estoy,
mientras intento aprender a besar
todo lo que habla de ti
para que me dejes de hacer falta;
soñando con tenerte tan cerca
que solo pueda abandonarte,
pero entonces despierto
porque los sueños a medias son solo eso,
sueños.
Pero al final,
como en todos los finales,
solo quedan certezas.
Me olvidé de mí
con el único propósito
de que tú no te olvidaras de mí
—todos necesitamos
ser salvados—,
con la única intención
de que te dieras cuenta
de que la mitad que dejé en tus manos
eras tú misma,
que te pertenezco
y me perteneces de una manera
que aún no sé escribir,
y eso me asusta más que tú;
que no puedo abandonarte
porque entonces me quedaría vacía,
sin ti,
sin mí,
y cómo sobrevivir entonces.
Así que cuídame,
es decir,
cuídate.
Por mi vida.
Balada del consentimiento mutuo – Berlot Brecht
La manipulación de la sociedad entendida como esa masa anónima, pero bien caracterizada de individuos que sirven a unas cuantas manos, siempre ha ocurrido. Y en este poemario ilustrado por Henning Wagenbreth, el irreverente Berlot Brecht explora y explota con sarcasmo el papel de los mandos medios del organigrama económico, que reciben beneficios al servir a esas pocas élites, y para ello el tributo lo pagan los seres a los que en teoría sirven, poniendo en evidencia lo crudo y cínico que es el mundo. Los elementos estilísticos literarios y gráficos no hacen más que realzar por contraste lo abusivo y asimétrico del fenómeno, por lo que su lectura puede ser impactante, y de entrada puede saturarnos, llevando en respuesta a la obliteración artística o intelectual, pero tras cuatro o cinco lecturas el trabajo comienza a pasar mejor por la garganta, y entonces sí, llega a las entrañas.
Frase robada – Jorge Luis Borges
Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.
Bonus track


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