Mi perra vida temporada 2025, episodio 46.

Relato – Sobreviviendo al domingo | Poema – Un cajón de deseos – Alfonso Gómez Líbano | Reseña – Narrativa – 22 autores – Vol II | Frase robada – Gustavo Díaz | Bonus track


Sobreviviendo al domingo

Tarde o temprano esto tenía que pasar, se me acumularon los viajes, las ponencias, juntas, los kilómetros en la montaña; el agotamiento de mi pila social y el otoño que este año se percibe gélido precoz. Ante tales embates epidemiológicos mi sistema inmune claudicó, y un virus, ese conjunto de proteínas y lípidos con forma matemáticamente determinada, decidió poblar mis senos paranasales para ahí tornar a la vida y reiniciar su ciclo replicativo, inflamando y llenándolos de una horrenda mucosidad en el proceso. Mi cuerpo produce decenas de proteínas ante la invasión, una guerra química que me hace sentir peor que Fernando Pessoa en El Libro del Desasosiego. Trato de fingir que no pasa nada, haciendo gala de mis habilidades políticas, pero fracasé, después de trasnochar el viernes, mi organismo me informó de manera contundente que estaba enfermo. Así que, sacando fuerzas de mi avaricia terminé de trabajar el sábado y me dispuse a enfrentar esta diatriba inmune en el aire fresco de Malinalco.

Desafortunadamente no recuerdo hace cuanto no dormía más de nueve horas, y de once ni hablemos. Así que cuando abrí el ojo a las nueve de la mañana, sabía que no sería un domingo normal. Desde hace algunos años, conforme el “éxito” profesional me alcanzó o lo alcancé, no tengo muy claro eso, poco a poco, primero los sábados y luego los domingos, la rutina fue invadiendo esa bóveda que por motivos diversos y también algo oscuros, el catolicismo hace poco menos de dos mil años instauró como un día de descanso, reflexión, incluso de cohesión social. Pero con lo no que no contaban, es que llegaría un nuevo dios, que con su portabilidad nos da la “oportunidad” de llevar el trabajo a todos lados, así para muchas y muchos las raíces laborales se han ido clavando profundamente en los días de descanso. Este nuevo dios es tan tóxico que hurta nuestra atención de manera absoluta en los días que la ley se lo permite, relegando los despojos pedestres de la vida al sábado y domingo, que se transforman en los días en que intentamos hacer lo que el resto de la semana no nos deja; y cuando creemos que somos de los afortunados que podemos rebelarnos al yugo laboral, la meritocracia, su gran apóstol, nos invita a realizar actividades productivas. Nada queda fuera la dominación total del nuevo dios, y el apóstol que cierra la trinidad, es el scroll infinito, nos tima tirados en el sillón por horas viendo videos, devorando chismes irrelevantes y demostrando nuestro apoyo a lo efímero con el me-gusta, lamento decirlo también nos convierte en consumidores que, gracias al capitalismo de la atención hacemos que alguien gane dinero con nuestra esclavitud disfrazada de distracción.

Toda esta debacle de la modernidad, hoy la derrumbó un milenario virus que me tiene sin el menor ánimo de cumplir mi papel económicamente determinado. Saqué una silla para estar vegetando en el jardín, de salir a correr ni hablemos, este bicho me quitó hasta la voluntad quijotesca de creer que podré acabar con los sempiternos pendientes. En ese estado de inutilidad sólo persigo con mi silla la sombra de los árboles, para mantenerme cómodo en la tautológica secuencia de leer unas páginas de Pier Lemaitre y caer vencido por el sueño. Pareciera que esta viremia hubiera apagado todos esos focos en mi cerebro que me mantienen en estado de búsqueda perpetua, que como en el mito de Sísifo, no me llevan a ningún lado.

La decisión más importante del día es contravenir a Shakira en Inevitable y bañarme en domingo, así que aprovecho esa sensación de bienestar que si a Jean Valjean logró reanimar en Los Miserables, a mí me servirán para escribir estas páginas que como el resto del día no van a ninguna parte

Hace poco tuve un problema de salud que inicialmente pensé sería algo grave, no fue así. Pero lo primero que consideré fue en mandar a la mierda la mitad de mis proyectos ¿será que sólo un virus o la amenaza de muerte es lo único que me hace reflexionar?


Un cajón de deseos – Alfonso Gómez Líbano

Era el tiempo en que vivía

dando vueltas y saltos en tu cuerpo;

las líneas de la tarde

dibujaban un tren que descargaba

un cajón de deseos en tu sangre y la mía

y el viento colorado de la noche se acercaba sigiloso,

asomándose a ti a una puerta

donde habitan las llaves

del amor repentino de ese tiempo.


Narrativa – 22 autores – Vol II

Hace un poco más de veinticinco años, La Comuna Editores, reunió obras inéditas de autores Platenses, y lograron congregar a cerca de cien, número de escritoras y escritores que parece sobresaliente, y más aún lo es, no sólo desde una perspectiva cuantitativa. Este segundo volumen, que por cierto es el único al que tengo acceso de la colección, muestra que cualitativamente esa horda de escritores son también unos gigantes. Las obras cortas en extensión son amplias en alcances, profundidad y temática, incluso ese añejamiento de un cuarto de siglo no hizo más que demostrar la universalidad de los cuentos y relatos. Todos ellos inundados de nostalgia y profundamente referenciadores de la ciudad y el país de origen.

Desconozco si se sigue editando, ya que yo lo descubrí en una venta callejera de libros viejos en Buenos Aires, y literalmente pagué dos mangos (usando lenguaje de la ciudad) por esta joya literaria.

Vale toda la pena embeberse en la Plata y sus escritores.

Lista de autores de la antología: María Elena Aramburú / María Bonet / Hernán Carbonel / Amalia Carrozi / Ricardo Clark / Cecilia Dalla lasta / Blanca de la Fuente / Gustavo Díaz / María laura Fernández Berro / Adrián Ferrero / Alejandro Fontenla / Gustavo Iarussi / Osacr Jalil / Daniel Martínez / Pablo Mielniezuk / María Inés Otamendi / María Pozzio / María Laura Rodríguez / María Eugenia Sidoti / Ramón Tarruela / Andrea Urmán / Alejandro Zaccardi


Frase robada – Gustavo Díaz

Un día, un buen día, alguna de tus reacciones o por así decirlo de tus no reacciones, me hicieron verte como un tarado.


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