Mi perra vida temporada 2025, episodio 42.

Relato – Tan lejos del Sub y tan cerca de Jobs | Poema – Esta es una lista de fotografías que me hubiera gustado tomar – Gustavo Gargallo | Reseña – El desbarrancadero – Fernando Vallejo | Frase robada – Sergio Pitol | Bonus track


Relato – Tan lejos del Sub y tan cerca de Jobs

Hace un poco más de treinta años el mundo, es decir mi mundo, el cual gracias a mi edad y la inexistencia de los medio masivos de computación, se reducía a México, en esa época que había olvidado, un grupo de personas en el sur del país, nos venían a restregar en la cara la realidad de ellos, que en realidad era la de muchas y muchos.
Justo cuando nos hacían creer que el neoliberalismo sería la respuesta a nuestros problemas arraigados a la historia, y los mexicanos nos acercabamos cada vez más al idolatrado primer mundo, en las antípodas, en Chiapas el EZLN le gritó a todas y todos, que ese mundo no sólo era una mentira, sino que ese mundo los mataba y explotaba impunemente.

Hace un poco más de treinta años el mundo volteó a ver un país que parecía inexistente, inseguro, salvaje. El EZLN y su lucha movilizó a gente dentro y fuera de sus fronteras, y obligó a los innamovibles a dar la cara, con sus antifaces obviamente.

Hace un poco más de treinta años, jamas nos imaginamos que las víctimas del genocidio más grande del siglo XX, en menos de cien años fueran ahora victimarios profesionales. Tampoco nos hubieramos imaginado que el mundo, la sociedad, los gobiernos, las instituciones de paz, fueran uno más de los asistentes a los renovados y sanguinarios espectáculos del circo romano.

Treina años después presenciamos el genocidio en nuestras pantallas en tiempo real, pantallas frías virulentas, que nos enfriaron el cerebro e infectaron el corazón, nos volvieron dóciles y egoístas. Hoy sin duda enfrentamos al mundo siguiendo más los preceptos de Steve Jobs (como figura arquetípica), que los del Subcomandante Marcos.

Es por esto que reproduzco uno de sus comunicados, en respuesta al “perdón” que les otorgaba en gobierno mexicano. Ya que cambiando sólo algunos nombres, este comunicado es actual, plural y alcances globales, lo que indica que poco hemos avanzado.

¿De qué nos van a perdonar? – Subcomandante Marcos

Hasta el día de hoy, 18 de enero de 1994, sólo hemos tenido conocimiento de la formalización del “perdón” que ofrece el gobierno federal a nuestras fuerzas. ¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramos todos los otros caminos cerrados? ¿De no habernos atenido al Código Penal de Chiapas, el más absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos? ¿De habernos preparado bien y a conciencia antes de iniciar? ¿De haber llevado fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritariamente indígenas? ¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar de todas las formas posibles, por lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no seguir los patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionarnos?

¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿Los que, durante años y años, se sentaron ante una mesa llena y se saciaron mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra que acabamos por dejar de tenerle miedo? ¿Los que nos llenaron las bolsas y el alma de declaraciones y promesas? ¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalmente muertos de muerte “natural”, es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea, mononucleosis, tétanos, pulmonía, paludismo y otras lindezas gastrointestinales y pulmonares? ¿Nuestros muertos, tan mayoritariamente muertos, tan democráticamente muertos de pena porque nadie hacía nada, porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera, por fin, el “¡YA BASTA!”, que devolviera a esas muertes su sentido, sin que nadie pidiera a los muertos de siempre, nuestros muertos, que regresaran a morir otra vez pero ahora para vivir? ¿Los que nos negaron el derecho y don de nuestras gentes de gobernar y gobernarnos? ¿Los que negaron el respeto a nuestra costumbre, a nuestro color, a nuestra lengua? ¿Los que nos tratan como extranjeros en nuestra propia tierra y nos piden papeles y obediencia a una ley cuya existencia y justeza ignoramos? ¿Los que nos torturaron, apresaron, asesinaron y desaparecieron por el grave “delito” de querer un pedazo de tierra, no un pedazo grande, no un pedazo chico, sólo un pedazo al que se le pudiera sacar algo para completar el estómago?

¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?

¿El presidente de la república? ¿Los secretarios de estado? ¿Los senadores? ¿Los diputados? ¿Los gobernadores? ¿Los presidentes municipales? ¿Los policías? ¿El ejército federal? ¿Los grandes señores de la banca, la industria, el comercio y la tierra? ¿Los partidos políticos? ¿Los intelectuales? ¿Galio y Nexos? ¿Los medios de comunicación? ¿Los estudiantes? ¿Los maestros? ¿Los colonos? ¿Los obreros? ¿Los campesinos? ¿Los indígenas? ¿Los muertos de muerte inútil?

¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?

Bueno, es todo por ahora.

Salud y un abrazo, y con este frío ambas cosas se agradecen (creo), aunque vengan de un “profesional de la violencia”.

Subcomandante Insurgente Marcos


Esta es una lista de fotografías que me hubiera gustado tomar – Gustavo Gargallo

Un árbol hablando con el viento.
Una estrella llorando en la lejanía.
Los ojos mirando el mar que se apareció de golpe.
Una golondrina saliendo del pecho.
El rostro de mi abuela el día que me conoció.
El mundo visto desde la montaña.
Mi padre entre el público tomándome una foto.
Una sonrisa a quemarropa.
Mi madre inventando una canción para mí.
Una ola del tamaño de un grito.
Un arpegio de quetzales al amanecer.
El universo en los ojos de mi gato.
Luciérnagas jugando a ser estrellas fugaces.
Palabras confundiéndose con el rumor de la noche.
El tiempo estirándose un domingo por la tarde.
Sinfonía de cristales rotos en la ciudad.
El acorde menor de la nostalgia.
Atardecer en un planeta que no existe.
Los sueños que guardé en mi juventud.
Un eclipse que multiplicó los días y las noches.
Mi primer riff de guitarra.
El público era un mar en tinieblas con luces intermitentes.
Aurora boreal meciendo el cielo.
La rabia de pie sobre sus puños.
Un piano cantándose a sí mismo.
Última navidad en familia.
La disonancia de la lluvia.
El sabor del remordimiento.
Mujer mirando el otoño alejarse.
El horizonte como un niño que oculta sus manos.
Hombre escuchando una canción que olvidó.
La mentira de vivir de este lado del mundo.
Las nubes moviéndose por el tañido de un ruiseñor.
Un venado volviendo a casa.
El tiempo es el acorde que emite un reloj detenido.
Breves instantes de lucidez en el olvido pantanoso de la memoria.
El corazón incendiándose bajo la lluvia.


El desbarrancadero – Fernando Vallejo

Hace casi veinticino años Fernando Vallejo narra una más de sus historias personales, siempre descarnado, rabioso; coqueteando con la hilaridad. Como un poseso persigue a los demonios de siempre, el Papa, su madre y la patria, una trinidad a la cual encaja sus garras y no los suelta. Pero en contraste así como sus fauces los destrozan, el amor por su padre y hermano alcanza cotas que rayan en lo místico, por momentos incomprensible. La prosa es perpetua, con ligeras notas bajas, pero siempre manteniendo el tono, que sin capítulos ni pausas dramáticas, el lector corre el riesgo de no controlar la dosis de veneno que se inyecta en el alma, así que advertidos están.

Consúmase con moderación y bajo su propio riesgo.

Lo que sí es que deja ese dulzor a almendras asesino, ya que leer el devenir de su hermano con SIDA, la muerte es un engrane de su manifestación amorosa, y paradojicamente de ternura, es interesante y abominable.

Fiel a su estilo este libro no decepciona, que para eso esta la vida.


Frase robada – Sergio Pitol

A partir de cierta edad toda modificación que uno desubre en el entorno adquiere un carácter de agravio, una dolorosa mutilación personal.


Bonus track

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