Relato – Insomnes digitales | Poema – DARIÉN – Juan Mosquera Restrepo | Reseña – Cadáver Exquisito – Agustina Bazterrica | Frase Robada – Tomás Segovia | Bonus Track

Insomnes digitales

Ya se habían desplegado todos los elementos alrededor de la casa. Era el tercer ataque en este mes, y el más cercano a la ciudad

— ¿Cuántas personas tienen secuestradas?

— Al parecer una pareja de ancianos y su nieta, Capitán. Creemos que siguen con vida, pero con estos cabroncitos nunca se sabe.

— ¿Y qué están pidiendo de rescate? ¿Lo de costumbre?

El soldado asintió con la cabeza.

— ¿Estos hijitos de puta creen que las criptomonedas crecen en los árboles?

— Y armas, las de siempre Capitán, pequeñas.

— Entonces están muy desesperados, seguro se están comiendo entre ellos, se transforman en animales cuando no tienen dinero para comprar tiempo de sueño en el mercado negro.

Los insomnes digitales eran la primera generación que pagaba los estragos del abuso de las pantallas. Antes de balbucear ya estaban expuestos a tabletas, diseñadas para que incluso un niño de un año ya pudiera interactuar con el “contenido” para consumidores de su edad. Nada tan eficaz como el llanto sin motivo de un niño, los padres solo revisan el reporte de la pantalla y les indicaba exactamente qué le había interesado a la creatura. El precio parecía justo, algún juguete o golosina para tenerlo tranquilo, entretenido.

Pero los beneficios iban más allá de que el vástago dejara divertirse a sus padres en alguna reunión con amigos, la pantalla lo adiestraba, incluso para aprender a ir al sanitario; lo educaba, aprendía a hablar con la tableta mientras los padres hacían home office. Por supuesto para cada nueva habilidad, aptitud o característica lingüística había que inflar significativamente la cuota mensual de la aplicación que eligieran sus padres.

Hasta las personas más humildes consideraban que valía la pena criar así a sus hijos. Claro que las cualidades y hábitos que podían pagar eran muy rudimentarios, en comparación con los hijos de familias más ricas, así que se podía notar la cuna pecuniaria de cada individuo por el número de palabras con las que se expresaba.

Nadie esperaba, aparentemente tampoco las grandes compañías que controlaban el mercado, que a partir de nueve años comenzaran los problemas de insomnio.

En menos de una década la gran mayoría de niños en las escuelas tenían problemas para dormir la mayor parte de la semana.

Al inicio los psicólogos y psiquiatras, con las agendas saturadas intentaban paliar la epidemia de insomnio juvenil.

Pero justo, cuando se reportaron las primeras oleadas de suicidios, en niños que pasaban semanas sin conciliar el sueño, las grandes empresas llegaron con la solución a ese tremendo problema de salud pública.

Algo que por elemental parecía demasiado fácil, un antifaz para dormir, que en su función más básica podían inducir las fases fisiológicas del sueño a través de estímulos luminosos. Aunque pagando un poco más en la suscripción mensual, y adquiriendo una versión de antifaz más avanzada, con transmisión ósea de sonido, además de dormir podían elegir el tipo de sueño, desde lo efímero hasta aprender habilidades, mientras se descansaba por la noche.

Para los que podían pagarlo era un milagro, pero para la mayoría, la realidad era diferente, muchos apenas eran funcionales unos días a la semana con dosis altas de somníferos. Otros escapaban de casa y formaban bandas de niños y adolescentes, ya que nadie llegaba la edad adulta sin dormir, esas bandas juveniles: robaban, torturaban y asesinaban, todo dependía de cuántas semanas llevaran insomnes. Lo que obtenían se usaba para comprar sueño en el mercado negro, al que no le importaba el origen de esas criptomonedas, y que también ofrecía sueños algo más particulares e ilegales.

Esos botines les daban para medio dormir y medio vivir, pero cuando el negocio iba mal, se suicidaban, de las maneras más atroces, por eso necesitaban algún arma que llevarse a sus pequeñas cabezas en el último momento.

— El grupo tiene la conformación estándar, niños y niñas de entre nueve y trece años, con armas blancas, sólo la jefa tiene una pistola, no sabemos si con municiones, no se ha escuchado ninguna detonación, solo gritos.

— Pues entonces vamos a entrar, recuerden que tenemos que alejarlos de las víctimas, y evitar dispararles, ya ven cómo nos fue en el último operativo, por poco nos enjuician por haberle disparado a esas dos niñas que casi nos matan.

— ¡De acuerdo Capitán!

Apenas oscureció, lanzaron bombas de humo y entraron a la casa, sus lentes de visión térmica no identificaban nada, ni la banda de niños, ni las víctimas. Inspeccionaron la casa y encontraron muertos a los abuelos y su nieta, tendría mucho tiempo, ya que no disipaban calor; antes de que pudieran explicarse lo que pasaba, se encontraban rodeados por mas de diez bandas de niños. Siempre trabajaban de manera individual, pero el objetivo que deseaban era grande, así que tuvieron que asociarse con otros como ellos.

Les fue imposible detener a tantos niños que los atacaban como poseídos, aunque mataron a más de la mitad, el resto habían sometido al Capitán.

— ¿Qué es lo que quieren? — preguntó el Capitán amagado en el suelo y rodeado por una decena de niños viéndolo, mientras uno de ellos, el más grande le apuntaba directo al pecho.

— El código liberado de todos los modos de los antifaces para dormir — dijo una niña más pequeña, que al parecer era quien daba las órdenes.

— ¿De verdad? Están locos. Lo que piden vale millones, jamás se los van a dar.

El más grande del grupo le disparó en una rodilla

— Pues tienes que convencerlos — le dijo la niña mientras el Capitán gritaba y se revolcaba de dolor en el suelo.

— ¡Denles su dosis! — ordenó la niña cuando notó que algunos querían llorar, niños pálidos, sudorosos, con temblor en las manos, necesitaban dormir. Tenían un par de antifaces en muy malas condiciones, que les intercambiaban después de unos minutos.

— Seguro sabes con quién hablar — la niña tenía un teléfono en la mano — ¿dime qué número tengo que marcar?

— No vas a lograr nada, a ellos no les importa, unas cuantas pérdidas, para los millones que ganan, no son un problema, es un costo razonable.

— Entonces te vamos a matar — dijo la niña sin inmutarse, mientras miraba al que le disparó en la rodilla.

— No va a ser necesario —se veía con la cara desencajada— yo sé por lo que pasas, también soy un insomne, tal vez peor que ustedes, necesito mis dosis cada cuatro horas, y gracias a su estupendo plan, han pasado casi seis desde la última vez.

— Si te ves mal — le dijo la niña perdiendo la desconfianza — préstame un antifaz.

El niño se lo dio con recelo, ella con mucho cuidado se lo colocó.

— Lo necesitamos vivo y funcionante para seguir negociando — le explicó al resto que la miraban extrañados.

El Capitán cayó desvanecido en el suelo, tras pocos minutos, ella se acercó para retirarle el antifaz de la cara. En un descuido, el Capitán rodó en el suelo tirando al niño que le apuntaba, y tomando la pistola le disparó en la cabeza, el arma tenías las balas suficientes para matar al resto de niños que no pudieron escapar.

¿Quieres que te llegue a tu correo electrónico?


DARIÉN – Juan Mosquera Restrepo

Marchan como penitentes
    de una culpa que no es suya.
Hilera de tristeza y desesperación
    como siluetas de hambre
confundidas con la sombra
   del último árbol que cayó ayer.
Tienen por equipaje no mirar atrás.
Un desfile de angustias selva adentro
   hunden sus pies entre pantano
y desasosiego
    Peregrinos,
    multitud invisible
a ojos de todos
(y aún viéndolos
     nadie los ve).
Hay quien huye del fuego
   entrando a un incendio.

Cadáver Exquisito – Agustina Bazterrica

Es difícil reseñar un libro que me ha sido tan complicado emocionalmente, como determinante en mí actuar. Así que para hacerlo fácil comenzaré con su argumento principal.

En términos llanos, es un mundo donde por cuestiones apocalípticas no se puede tener contacto con los animales, lo que incluye su consumo, ante lo cual la respuesta es crear castas de seres humanos exprofeso para ser fuente de carne (aunque también, vestido, diversión y perversión) para el resto de la sociedad, canibalismo a nivel capitalista.

Este modo de alimentación ya ha sido explorado en diversas ficciones, otras historias más tangibles y otras más antropológicas, las cuales siempre despiertan sinsabores (mal chiste).

En el caso de Cadáver Exquisito, lo que se hace es describir con detalle, y sin posturas de ningún tipo, el flujo que siguen los animales desde sus lugares de crianza (o fabricación) hasta nuestras mesas cocinados en trozos. Lo cual siempre parece que ocurre en otro lado, fuera de nuestra vista y nuestra conciencia; lo que nos permite degustar de sabrosos platillos, de modo rotundamente inconsciente.

El ejercicio de Agustina Bazterrica es simple en esencia, una vaca, un cerdo o un venado, es un ser humano. Así todo se transforma de maneras terroríficas, ya que se materializa: el sufrimiento, el desprecio, el sadismo, el capitalismo voraz. Este coctel de emociones ingratas contrasta con una gran simpleza estilística. Lo cual no impide que haya que hacer varias pausas para permitir que el estómago deje de revolverse, y para que las ideas y sentimientos tomen algo de serenidad.

El hecho de estar alejado del panfleto a favor del vegetarianismo o veganismo, lo torna aún más contundente, ya que solo muestra la tesis, la antítesis ni siquiera se considera. Fenómeno muy contemporáneo donde cada vez hay menos contrapesos o pensamiento crítico, así solo parece haber una respuesta: destruir o ganar al precio que sea, que casi es lo mismo.

Afortunadamente la escritora argentina no realiza campañas de marketing o proselitismo político, porque tiene la misma eficacia que las grandes industrias, aunque ella sin un fin perverso. Es decir, lleva los hechos a un extraño y distópico mundo dominado por la posverdad, donde no hay disidencia ante la catástrofe.

Lo desafortunado es que fuera de esa ficción, en nuestra realidad esto sí ocurre, y tenemos una visión tubular bastante bien moldeada que, pareciera inhibir el pensamiento crítico.

Este libro es una caja de Pandora social y personal, nos deja en medio del desastre, como exploradores perdidos en el desierto. Tan solo con la reflexión que nos ayude a resolver los innumerables cuestionamientos que genera, que van mucho más allá de la forma en que nos alimentamos.

¡Envíala a quien más confianza le tengas!

Compartir


Frase robada – Tomás Segovia

Yo decidía obedecer ciegamente a una gran muñeca que nada ordenaba.


Bonus track

2 Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *