Mi perra vida, la cuadragésimo sexta semana del año 2024.

Relato – Mi Valedor | Poema – Entusiasmo – Bibiana Collado Cabrera | Reseña – Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo – Maruja Torres | Frase robada – Elvira Sastre | Bonus track

Mi Valedor

Tras leer a Kafka y Zafra, cualquier trámite administrativo me genera una rotunda y honesta aversión. Cuando tal diligencia debe ocurrir a primera hora del sábado, en uno de los barrios más gentrificados de la Ciudad de México (otra de mis genuinas aversiones), no espero nada grato de ese día. Al salir de casa veo el periódico tirado en la puerta, y por si la fatídica promesa kafkiana se cumple decido llevármelo.

Mi herencia paterna no se niega, y viajando en motocicleta se auguraba una llegada anticipada, un poco más de media hora antes. Tenía tres opciones; tocar el timbre del aciago despacho y entablar una somnífera conversación sobre las noticias más relevantes del país y del mundo; la alternativa buscar una cafetería que seguramente será vegana, autosustentable, pet friendly, pro LGBTIQ+, en la que me verían de soslayo por la extraña petición de café expreso sencillo, que eso sí, cobrarían como si fuera elaborado por un neurocirujano; me decanto por la tercera expectativa, busco una banca en el parque cercano y me dispongo a leer el periódico.

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La labor se complica, mi trastorno de hiperactividad, impulsividad y déficit de atención, no me deja avanzar en la lectura. Me sorprende lo ridículo del parque que bautizado con el nombre de esta honorable nación, es congruente con su disparidad social y económica; ya en el sitio elegido, la gente y sus perros, los cuales conforman tres cuartas partes de los usuarios, son interesantemente variopintos, perros de miles de pesos paseados por empleados que no cuentan ni con la seguridad social, gringos y alemanes vociferando soliloquios en su lengua madre a través de sus airpods, mexicas en igual circunstancia pero hablando ridículamente en inglés, otros perros de más humilde origen pero alimentados a cuerpo de rey. Remata el absurdo escenario unos muy bien ataviados pero muy malos corredores.

Así pasaban los minutos entre el paradójico escenario y las irracionales notas periodísticas; cuando a lo lejos escucho “Mi Valedor, Mi Valedor, lleve su revista Mi Valedor”.

De inmediato volteo para comprobar si lo que se anuncia es lo que imagino, veo acercarse un señor con un chaleco rojo y una mochila a sus espaldas, con unas revistas en la mano.

Hace unos años me enteré del Centro Creativo y de Reinserción Social MI VALEDOR A.C., el cual busca reincorporar en la sociedad a gente en situación de calle, a través del arte en diversas modalidades, que, en asociación con donaciones de escritores e intelectuales, se amalgama para crear una revista que es una belleza. Así los VALEDORES buscan rencontrarse con un mundo que les da la espalda. Las ganancias de la venta de esa revista son enteramente para esos VALEDORES que desean mejorar sus condiciones económicas y sociales.

Llamo al VALEDOR y le pido que me muestre cuales ediciones tiene, solo a modo de trámite, de antemano se que le compraré todas, y antes de que me entregue el cambio, intento hacerle la plática. No sé si por condescendencia, necesidad o confianza, no duda en contarme de manera desorganizada algo de su compleja biografía.

Lo primero, es que tiene sólo dos años más que yo, es evidente que sus batallas y sus cicatrices han sido descomunales; gratamente se expresa con un lenguaje mas rico y mejor utilizado que por varios de mis colegas. No tiene un hogar fijo, pernocta en un albergue en Tepito (una de las zonas más peligrosas de la Ciudad de México) donde por cuarenta pesos (cerca de dos dólares), le ofrecen una cama, cena de dos tiempos, una gaveta protegida donde guardar sus pertenencias, para lograr dormir sin temor a ser asaltado, y por la mañana hay regaderas con agua fría.

Tiene más de un año que no bebe alcohol ni consume otras sustancias más nocivas y adictivas; la terapia psicológica, el acercamiento a la religión y un entorno afable en el proyecto MI VALEDOR, lo expone como la explicación ante el heroico alcance. Algo que en el pasado lo llevó a robar pertenencias a sus familiares para conseguir satisfacer sus adictivos gustos, así lo expulsaron de su casa y de su familia, situación que alcanzó sus máximas cotas con el suicidio de su madre hace casi veinte años.

Después me contó un episodio de su vida amorosa, que no se aleja de su destino. Se enamora de una mujer casada, que, al intentar defenderla de un marido violento, casi termina en la cárcel; pero como el guionista sabe que el personaje principal debe sufrir en escalada, la amada en cuestión se manifiesta como una mujer tóxica que lo denosta con demasiada libertad, entre otras vicisitudes, por lo que el VALEDOR se aleja también de esa adicción, pero deja entrever que le gustaría volver a contactarla.

Entre esas diatribas me confesó que su sueño sería encontrar un cuarto que pudiera rentar, para poder llegar a la hora que sea, ya que ahora si llega tarde al albergue no lo dejan entrar y tiene que dormir en la calle. De este modo no puede aceptar los exiguos trabajos que le ofrecen, que implican horarios muy distendidos. Así ha perdido “buenas” oportunidades para trabajar como obrero por diez mil pesos al mes (unos quinientos dólares), asume que no le conviene, porque está muy lejos; lo que denota que, aunque no tiene una propiedad, si tiene arraigo, él se siente parte de la región que habita y no quiere dejarla, es de algún modo una de sus riquezas, y eso no lo va a cambiar por dinero.

Aún así ha ahorrado algunos recursos, para proveerse de ese idílico cuarto que le otorgue algunas libertades, sin embargo, me confiesa que ahorita le gustaría juntar capital para ver la película de gladiadores que está anunciada en todos lados, extraña elección pienso.

El tiempo se me va como agua y recuerdo que tengo una cita con la burocracia, le comparto mi compromiso, delineando el final de nuestra conversación. Él con gran deferencia me pregunta a qué me dedico.

– ¿Eres repartidor? – esboza.

Me avergüenza la realidad, esta epifanía maldita que es la realidad, me rompe el alma.

Entusiasmo – Bibiana Collado Cabrera

Recuéstate sobre mi vientre,

aquí, sobre los centros

donde confluyen tantas veces los dolores

donde se siembran entre espasmos las delicias.

Acércate aún más

y palpa mi piel con el asombro

de quien llega a la tierra

sobre la que edificará su casa.

Apoya tu mejilla en el costado

y huele conmigo la ferocidad dulce del deseo,

la vida aconteciendo entre chispitas de carne,

el regalo de la salud en nuestras ganas.

Guarda estos instantes en ti

porque volverán a pasarnos por el corazón

cada vez que dudemos.

Ven,

deja que mi cuerpo se arquee

y te proyecte, como una flecha, hacia el futuro.

Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo – Maruja Torres

El fin de los días, ya sea global, a través de mi fascinación por los libros de catástrofes post apocalípticas; o ya sea personal, pensando que moriré joven. Esta finitud del ciclo máximo me orienta, particularmente cuando me acerco al medio siglo de pervivencia, a pensar en temas relacionados con la muerte, y algunos menos dramáticos, como el retiro profesional.

En esta ocasión y creo que gracias al periódico El País, conocí, literariamente hablando, a Maruja Torres, periodista, escritora y novelista española, una mujer apasionante y adorable. Ahora que recién inaugura la novena década de vida, escribe un libro increíble, una apología al buen morir, pero paradójicamente nos hace pensar en el buen vivir como única vía para salir adelante sonriendo, no sin una buena dosis de sufrimiento, del estercolero que es la vida.

Haciendo gala de una memoria envidiable y un sentido del humor caustico, cuenta anécdotas maravillosas, detonadas por un suceso terminal, la muerte de alguien o de algo; también utiliza su proceso de envejecimiento como recurso estilístico para confrontar con maquiavélico cinismo la realidad de llegar al fin de los días.

Es una lectura para reflexionar despatarrándote de risa.

Frase Robada – Elvira Sastre

Siempre hay una duda detrás de una respuesta.

Bonus track – Carta al Dr. Jaime Arriaga Gracia

Ya había escuchado la funesta noticia, esperaba que un error ocurriese, pero todos los medio intangibles y efímeros me enfrentaron a la realidad más contundente.

Ya no estas.

Siempre fuiste un caballero, y la deferencia para los otros te definió hasta el final, ya hacía tiempo que nos expresaste que este día llegaría. En esos meses premonitorios perdí un par de llamadas, y pude rencontrarte en otras dos oportunidades, nunca entendí el motivo, pero sí el sentir de tu afecto, inmerecido e incompresible, pero profundamente agradecido.

En congruencia con tu profesión, lo que te sobraba era corazón y conciliación, ojalá hubiera aprendido algo, quien tan solo congruente con la personalidad y la profesión, es y adora al hígado.

Para mi fuiste incomprensible, lo que te eleva entre los destacados, yo con pesimismo o realismo, o los dos defectos, te veía cada mañana, cada tarde, en cada junta innecesaria, confrontarme, destrozar mi grisácea actitud, con tus colores, tu impasible optimismo ante la más rotunda idiotez y sin razón del género humano. Tu más sincero saludo venía a resquebrajar mis pseudo científicas ideas sobre lo miserable del mundo. Y siempre lo hiciste, siempre verte iluminaba algo extraño, algo inusual, el humanismo más sincero y elemental.

Verte en el pasillo detonaba mis pocas y sinceras sonrisas; que preguntaras por mí, creaba júbilo y algo de preocupación, tal vez intuías que necesitaba algo, tal vez lo siga necesitando.

Siendo un irredento irrespetuoso, hoy y de aquí en adelante te hablaré de tu, nunca lo hice; moverme de la tercera a la segunda persona, me acerca en esta inefable distancia.

Quisiera compartir tu optimismo y decir que tarde o temprano nos vamos a encontrar, pero estoy seguro de que tu estarás entre los grandes, e indudablemente yo estaré con los divertidos.

Pero estoy seguro de que, si a lo lejos nos observamos, me brindarás ese saludo que guiaba y me sentiré contento de saberte cerca.

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