Relato – No eres tú, son los libros | Poema – Sucesiva de Gerardo Diego | Reseña – Qué locura enamorarme yo de ti | Frase robada | Bonus track
No eres tú, son los libros
La primera impresión que la gente se lleva de mí es que soy alguien frontal y transparente, cualidades que no negaré. Ciertamente son una impronta indeleble, y aunque no lo creen, ahora es una versión bastante edulcorada de lo que fue en el pasado. Sin embargo, quienes tienen la (des) fortuna de adentrarse en mi multifacética realidad, saben que puedo virar de la irracionalidad de un dictador, al sentimentalismo ridículo. Situación que de forma variable altera mi convivencia cotidiana.
Justamente hace unos días en los que me encontraba en mi fase de viejo chillón, acompañado de Macchiato y Pecora, Moka me abandonó para ocupar mi lugar en la cama, se me escaparon unos lagrimones madrugadores, cuando Eliud Kipchoge abandonaba por primera vez un maratón, y ya en racha de sentimentalismo al día siguiente la diosa Sifan Hassan le arrebata el oro a Tigst Assefa y a mí el corazón.
Tras esos irracionales momentos caí en la cuenta de que con frecuencia las lecturas en turno, ya que suelo tener varios libros activos al mismo tiempo, afectan significativamente mi estado de ánimo. Era un presentimiento que arrastraba, creo que Pier Lemaitre o Carlos Ruiz Zafon ya me revolvían el estado de ánimo.
Ahora mientras lloriqueaba viendo los logros del atletismo olímpico, estaba leyendo La Casa de las Miniaturas de Jessie Burton, un dramón rosa sabor tutti frutti, me sentía como vecino chismoso, que mirando por la ventana va siguiendo con la mirada al humano colindante que camina tambaleándose bajo los efectos del alcohol, anunciando una discusión marital a grito pelado en pocos minutos. Así la lectura me transforma pasando de una postura de científico ecuánime a un ser morboso, a un viejo chillón de glorias maratónicas.
Al escribir esto recuerdo distintas fases de mi comportamiento, promovidas por las lecturas en turno. Por supuesto que no puedo culpar a los libros de mis erráticos y erróneos comportamientos, pero sí de buena parte de ellos.
Anteriormente, el hambre era el principal modificador de mi estado de ánimo, no por nada existía la leyenda entre mis alumnos de que, si tenían que comentar un problema conmigo, lo mejor era llegar con algún alimento, para que lo ingiriera mientras me contaban su debacle, y de ese modo dominar al demonio que aguardaba en las entrañas.
Ahora todo se complica ya que, en mi desintoxicación digital, fase de mi vida que debo a Carissa Veliz por su libro Privacidad es poder: Datos, vigilancia y libertad en la era digital, gracias a esa lectura, prácticamente nadie sabe qué leo, cómo me está yendo con esas páginas, y en consecuencia cómo se encuentra de afectado mi ánimo.
Esto no quiere decir que sea marioneta de la letras, bendito dios por que con mi gusto enfermo por la novela negra sus párrafos me llevarían a unos arrebatos asesinos que para que les cuento.
Dado que esas historias o ideas impresas lanzadas al aire encuentran eco en mí, es por lo que el título de este relato hace alusión a una frase que alguna vez ha afectado el destino de nuestras vidas, ya sea como verdugo o como ajusticiado, por lo general yo casi siempre he sido el ajusticiado, al que castigaban con la fatal proposición: No eres tú, soy yo. Expresión simple en su entendimiento, honesta en su adjudicación de culpas, pero que deja en el aire incertidumbre que tortura.
Ahora yo a modo de disculpas diré: No eres tú, son los libros, a toda la humanidad que por haberse comportado terriblemente en vidas pasadas, en esta reencarnación les tocó convivir conmigo, a todas esas almas arrepentidas les pido me disculpen por si perciben un comportamiento errático o inesperado, no son ustedes, son los libros. Los invito a esperar una o dos semanas, en las que ya habré terminado la lectura en turno y como un juego de azar, se abre una nueva posibilidad, capaz que en esta ocasión la fortuna está de su lado y obtienen una nueva mejor versión de quien estas líneas escribe.
Solo les pido paciencia y les deseo suerte.
Poema – Sucesiva de Gerardo Diego

Reseña – Qué locura enamorarme yo de ti
Tal vez en el fondo de sus mentes, y contraviniendo al mandato clasemediero aspiracional, recuerden unos acordes de salsa donde Eddie Santiago decía:
(Qué locura fue enamorarme de ti)
Si al saber que tu amor ya tenía dueño
(Qué locura fue enamorarme de ti)
Amiga, quiero que sepas la impresión que tu presencia ha causado en mí
(Qué locura fue enamorarme de ti)
Me fui enamorando yo de ti
Pues en esta obra de la dramaturgia, la peruana Gabriela Wiener se aleja de los convencionalismos de la familia, el amor y la sexualidad. Los ingredientes primarios son: una relación poliamorosa y una familia (consecuentemente) poliparental, que se aderezan por el puerperio de una de las integrantes, ante este escenario se plantean una serie de disertaciones y reflexiones que transcurren en la vida cotidiana de sus integrantes.
La obra tiene varias capas que analizar, pero una de las más interesantes es la demostración empírica de que no importan cuáles sean los constructos humanos que utilicemos para representar nuestra convivencia, el problema somos los humanos ya que, a lo largo de la lectura se observan conflictos bastante similares a los que vemos en una relación/familia tradicional. Y para los formados y criados bajo una estructura tradicional, nos aleja de la idea de un mundo exótico de las estructuras familiares distintas a la propia.

Frase robada

Bonus track



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