Relato: Alma mater | Poema: El invierno – Edith Elvira Colqui Rojas | Reseña: Extranjero siempre: crónicas nómadas – Leonardo Tarifeno | Frase robada | Bonus track
Alma mater
A finales del año 1995, tras una serie de accidentes y descuidos (dignos de su propio relato), atravesé la puerta de la universidad que me dio cabida para formarme como médico, ese día conocería a unos de los amigos que a la fecha aún frecuento con irregularidad. A mis dieciocho años y con el más completo desconocimiento sobre mi futuro, cruzaba sus jardines.
Mi devenir en la universidad, tan individual y sesgado como se espera de las historias en primera persona, fue excelente (aunque es ahora cuando establezco tal conjetura), por supuesto de la mano de los eternos acompañantes, los desquebrajes, frustración, amor y desamor, literalmente una montaña rusa.
Casi quince años después, tras un par de especialidades y mientras me encontraba haciendo una estancia de posgrado en Italia, regresé a la universidad para matricularme en el doctorado. Ese momento me pareció ligeramente nostálgico, que mi alba y mi ocaso educativo se diesen en la misma institución, me llenó de emoción en su momento.
Hoy nuevamente quince años después (parece que el número quince es cabalístico) vuelvo a atravesar la puerta y también como hace treinta años desde la primera vez, es con algo de nerviosismo.
En esa época primigenia deambulaba con una mochila y la incertidumbre en la espalda, por un futuro gris que no sabía lo que depararía, ese era el equipaje que me acompañó hace tres décadas. Hoy mientras admiraba nuevos edificios y estudiantes con la misma sonrisa desenfadada, la evocación y la nostalgia fueron quienes me traicionaron.
Pasé por el primer salón de clases, y tres décadas de vida casi siempre dirigidas por la profesión elegida, me cayeron encima, no pude menos que sonreír.
Era aún muy temprano, y en una paradójica regresión, en esta ocasión no sería yo el evaluado, los papeles se invertían y sería sinodal del trabajo de investigación de una alumna del mismo doctorado. Ambos primerizos llegamos temprano, lucíamos nerviosos, para los dos esto era una prueba, del pasado en mi caso y del futuro para ella. Intentamos llenar huecos con preguntas y respuestas prefabricadas.
Tras la llegada del resto de integrantes del jurado, que incluía a mi tutor de hace tres lustros y algún conocido de un hospital amigo, me fui sintiendo más cómodo, abriendo un abismo con la alumna a la que el sudor en la frente la traicionaba, esa es una de las ventajas de estar viejo.
El examen no fue fácil para ella, para mi tampoco, es complejo encontrar el equilibrio entre documentar errores en el trabajo realizado, proponer alternativas de mejora, mantener una visión crítica, pero sin lastimar la autoestima de una alumna, que se enfrentaba a cinco viejos lobos (bueno yo contaba como chacal).
Al final creo que logré el objetivo, pero no fue sencillo, ya que un par de no muy tímidas lágrimas inundaron los ojos de ella, mientras recibía una oleada de comentarios y sugerencias.
Tras despedirme y encaminarme al estacionamiento, ya con cientos de alumnos poseyendo todas y cada una de las instalaciones, no dejaba de pensar que yo fui uno de esos tantos que se van dejando llevar por la intuición, la inercia, y porque no hasta la suerte (la aleatoriedad como yo la entiendo), y aterrizan en un lugar extremadamente formativo, donde muchos pilares que hoy me definen y determinan se consolidaron.
Esta visita de algunas horas me revolvió encuentros, proyectos y nostalgias que estaban sepultadas por la cotidianidad, o capaz que solo estoy envejeciendo.
Lo que, si sé, es que las universidades son un lugar que debemos revisitar a modo de renovación de votos con el yo del pasado.
El invierno – Edith Elvira Colqui Rojas

Extranjero siempre: crónicas nómadas – Leonardo Tarifeno
Sin duda solo un argentino (por su natural ir y venir) podría escribir una crónica tan buena, porque no solo se trata de saber hacerlo, se trata de tener la distancia, entendida como el equilibrio en alejarse y acercarse, para poder hacer una instantánea con una profunda sensibilidad y objetividad. Permitiendo al lector vivir a través de sus párrafos peripecias que atractivas a la distancia son descarnadas en la cercana realidad. El libro es un caleidoscopio de personajes que abarcaron el abanico de claroscuros de la condición humana. No solo permite al alma e intelecto deambular por los espacios más sórdidos de este planeta, también invita a explorar a fondo los personajes, incluso los más míseros.
Uno de los pocos libros redondos en los que la realidad es condimentada por una técnica impecable, y una profunda sensibilidad sella este gran libro que sencillamente cuenta historias.

Frase robada

Bonus track
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