Mi perra vida, la vigésimo octava semana del año 2024.

Relato – Crónicas de la organización de un congreso | Frase robada – Pablo Helguera | Reseña – El poder de las palabras de Simone Weil | Poesía – Pilares (fragmento) de Octavio Paz | Bonus track

Crónicas de la organización de un congreso

Pasan por mí al lobby del hotel, tras cruzar algunas de las zonas más turísticas y exclusivas de la ciudad, siempre salpimentadas por hordas de oficinistas y los perenes sin techo, llego al auditorio donde los siguientes cuatro días tendrá lugar el congreso anual de la Asociación Mexicana de Hepatología, en esta ocasión estoy nervioso como la primera vez en la que varios lustros atrás me invitaran a dar alguna conferencia, la emoción me invadía y me traicionaba.

Ahora varios años después mientras me acerco a la zona de registro, apenas veo a los colegas que invité a telonear el evento, me preocupa haberlos arrastrado a esto, que se enfrenten a un auditorio vacío, nada peor que eso. Tras intercambiar algunos chismes, nos vamos preparando para comenzar la serie de ponencias que propuse para abrir boca a la maratónica jornada que terminará hasta los albores de la noche.

Mi peor pesadilla se acerca como Milei con su motosierra, el auditorio que es capaz de albergar centenas de almas, se muestra con apenas unas decenas de interesados en las enfermedades del hígado. Se oscurece el auditorio y agradezco la penumbra, bajo la máxima de “ojos que no ven, corazón que no siente”, me centro en la perorata e incrustado en mi butaca de primera fila, observo la consecución de las diapositivas, y al término, la crónica de un fracaso anunciado, los aplausos, que sorprendentemente fueron mas nutridos de lo esperado. Tal vez son los mismos pocos madrugadores que amanecieron con ganas de animar.

Es mi turno y subo al escenario, comienzo mi monólogo, la poca luz y la mala posición con respecto a la pantalla, me ayudan a evitar ver el auditorio vacío, pero ruidos que interrumpen me distraen felizmente, la gente comienza a llegar y con ellos mis esperanzas.

Desde hace varios meses he planeado con detalle los temas que pueden ser de interés, las áreas qué necesitan apuntalarse, después buscar los mejores ponentes disponibles para cumplir la misión. Pienso que, si las enfermedades del hígado son el cuarto asesino en México, tenemos que esforzarnos porque todos los colegas puedan reconocerlas o al menos (y seguramente más importante) prevenirlas, al final veo algunos teléfonos que toman fotos de las últimas diapositivas, y me agradecen con un aplauso mas tupido, que me da paz, no tanto por la presentación que realicé, sino porque sé que ellos, los congresistas, están y serán los actores más importantes de esta obra. En la que amigos, maestros, colegas e incluso algunos enemigos, donan su tiempo y conocimiento por el bien común, también porque no decirlo por el ego individual.

Conforme las horas de la mañana se acumulan, la gente sigue llegando, por un momento escucho que ya no hay espacio, y deciden quedarse de pie. En ese momento me cae como palada de nieve, la responsabilidad que tenía al organizar este congreso, novato y primerizo, solo me dediqué a enumerar los temas que a mi me gustarían y satisfarían mis agujeros de conocimiento, de manera totalmente egoísta. La paz que me dio ver por fin el auditorio lleno, migra a la ansiedad de arrastrar centenas de médicos al tobogán de mi narcisismo intelectual, que no es el único que ejerzo impunemente. Pero charla tras charla la gente se mantiene despierta, entusiasta en los aplausos e inquisitiva en las preguntas a los expertos.

Experimento un golpe de estado a la misantropía que me acompaña como remora, y siento que nos identificamos, mis dudas y preocupaciones, son compartidas por la comunidad, confirmándolo repetidamente, hasta en las últimas horas de cada día de congreso, en especial cuando absolutos desconocidos se acercan motu proprio a felicitarme y expresar el regocijo por los temas y los ponentes. Hasta ese momento cristalizo la inesperada satisfacción, que pensé solo sería la responsabilidad resuelta del trabajo encomendado.

Incluso mis amigos y maestros de otras lenguas y tierras están contentos de que su entusiasmo contamine a los asistentes, y ojala permee hasta ese paciente recóndito que siendo presa de su sociedad y su genética, se envenena el hígado con alcohol o comida chatarra, transmutando una glándula milagrosa a una piedra mortal, ojala que hasta allá lleguen los consejos de los ponentes, o mejor aún esa figura idealizada sirva de ejemplo a las incipientes generaciones, que tal vez confundidos sobre su devenir decidan embarcarse en la descomunal tarea de buscar respuestas a las innumerables incógnitas de la hepatología.

Al final el evento se adereza con reencuentros con amigos, maestros y alumnos (que serán eventualmente mis profesores); suculentos manjares culinarios y algo de alcohol, porque sí, los hepatólogos también nos emborrachamos; y las experiencias del congreso rematan con la oportunidad de explotar el polisémico conocimiento de mis invitados, que encontrarán en el bonus track en modo de podcast.

En resumen, disfruté de la alteridad científica. Aunque no todo fue color de rosa, pero eso ya lo ficcionaré en un futuro próximo.


Frase robada


El poder de las palabras – Simone Weil

A pesar de la corta vida de Simone Weil su obra es increíble,  mi primera aproximación a sus letras es este ensayo que habla sobre lo absurdo y lo banal que puede ser el lenguaje cuando es utilizado por gente absurda y trivial, dotándole de una ductilidad peligrosa, ya que Weil analiza a través de varios ejemplos, cómo el intelecto (particularmente la falta de éste) es un factor para que las palabras permitan el avance o la destrucción de la sociedad que las creó, y desafortunadamente deja entrever que en no pocas ocasiones las palabras en las manos incorrectas han servido para desatar las catástrofes más importantes de la sociedad, visión que es realista pero harto fatalista, ya que las mismas cuando han encontrado resonancia en mentes brillantes y bondadosas han ocasionado también las mejores experiencias.


Pilares (fragmento) – Octavio Paz


Bonus track

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