En modo conspiranoico inventé una explicación a ciertos sucesos sospechosamente pre-electorales. También una reseña de la novela más reciente de Alberto Chimal, con banda sonora incluida. Le robé una frase al libro Fruto de Daniela Rea, que reseñare en breve. Y un poema de Francisco Trejo.
Finalmente, unas fotos que no llegaron a Instagram.
¿Santiago Tajada vs. Turbia Brugada?
Este texto de ficción está basado en hechos reales. La historia y los personajes son ficticios, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.
El tres de junio, entre decenas de notas periodísticas, reverberando el triunfo de los ganadores, y las quejas de los perdedores en las últimas elecciones. Otra vez un feminicidio, pero ahora en Interlomas, se presume que el asesino era un amorío de ocasión, quien se suicidio después de matar a la víctima.
…
Apenas se había levantado la contingencia sanitaria por la pandemia de COVID19, y Majo ya estaba bailando en un rave en la Marquesa. Alrededor de las cuatro de la mañana sin saber cómo, ya estaba bailando con Jeovani, un moreno correoso, que después de un rato le ofreció una raya de cocaína, a lo que siguió un sucio toqueteo. Ella lo invitó a dar una vuelta, hasta que llegaron a su departamento, y posterior a otra raya de cocaína que aspiraron juntos, el resto fue mero trámite.
Despertó con la resaca instalada, y la luz de mediodía torturándole la retina, sabía que estaba en problemas. Sin el cerebro sobrerevolucionado vio que Jeovani era impresentable en su círculo social, pero a pesar de todo bastante encamable en la intimidad.
Él se vistió y al observar la ostentación de la decoración, aterrizó en la realidad.
– Oye ¿no me la van armar de pedo al salir? – preguntó Jeovani mientras se amarraba sus botas.
– Deja le indico al vigilante que vas a salir, ¿quieres que te pida un Uber? – sugirió Majo a modo de disculpa, por no ofrecerle ni un vaso con agua, le urgía quitarse de enfrente el pecado social que había cometido. Traicionando su conciencia de clase, en el último segundo y como acto de contrición, le dio su tarjeta de presentación.
Jeovani leyó extrañado “Majo Capelli – estratega política”. Sacó su teléfono y digitó el número impreso en la tarjeta. El celular rompió el silencio desde debajo de un sillón – nos vemos – le dijo y dejó la tarjeta en la mesa.
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Tras haber pretextado en varias ocasiones que le vendiera algo de cocaína, Majo y Jeovani no se conformaron con terminar en la cama, en el suelo o en la sala. Majo quería llenar los silencios incomodos, hasta que una madrugada le preguntó a qué se dedicaba, en el taller mecánico de Iztapalapa, donde forzado, le había dicho que trabajaba.
– Mejor déjale así, se hace lo que se tiene que hacer, y a mi patrón le piden lo imposible – respondió en seco Jeovani zanjando el tema.
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Se acercaban las elecciones, Majo le mandó un mensaje “me urge verte, pero no traigas nada, yo pongo la cena, nos vemos a las siete donde siempre”.
Mientras le ofrecía una copa de vino le explicaba – a mi jefe lo están saboteando para que pierda las elecciones ¿viste que envenenaron el agua de Alcaldía Benito Juárez? Pues ya sabemos quién lo hizo y les queremos regresar el presente.

Le tomó un par de segundos entender la propuesta – si se entera mi patrón, me quema los huevos, y si se enteran los del partido seguro me va peor, a esos hasta mi patrón les tiene miedo – respondió achicado – deja veo si se me ocurre algo y te aviso. ¿Le puedes avisar al vigilante que voy a salir?
Majo asintió, decepcionada por el conjunto de ropa interior que estaba estrenando.
La mañana siguiente la despertó una secuencia de mensaje en el celular. “Vamos a donde el rave. Se va a poner bueno. Jalas?”
Manejaba nerviosa, a esa hora el bosque que en el rave parecía un hormiguero, estaba vacío y sin red celular. Al llegar, solo vio un Chevy gris, del cual salió Jeovani, al ver que se acercaba Majo bajó de su camioneta.
– Va a estar cabrón organizar lo que me pediste, pero si tu jefe paga lo suficiente, creo que tengo arreglado lo de tu venganza.
– A ver, ¿qué pensaste? – preguntó Majo.
– Tenemos una excavación en una mina de grava, donde quemamos los cuerpos de los perros que se mueren en las peleas. Si les sembramos unos tambos de cenizas y restos de un crematorio que, ese si está bien refundido, y te paso la dirección del sitio, creo que ya sabes que hacer después.
Majo se quedó sorprendida, le aterraba imaginar a los perros peleando hasta la muerte, pero peor le ponía pensar, de quién serían esos tambos de ceniza que no descansaban en paz.
– No te espantes – dijo súbito Jeovani al ver la cara de Majo – aún no te he dicho cuánto te va a costar el teatrito.

…
En la tarde del dos de junio Majo recibió una llamada de su jefe.
– Hoy te entregan el dinero, hay que cerrar ya ese negocio, no puede quedar nada suelto.
En la noche, antes de que se publicaran los primeros resultados oficiales, Santiago le marcó a Brugada.
– Pues se hizo lo que se tenía que hacer, ya el jefe jefe decidirá quién gana.
– De acuerdo Santi, ¿sin rencores? Tan amigos como siempre, tú me ayudas y yo te ayudo.
– Como siempre – respondió Tajada – por cierto, hoy también cerramos el tema de la estrategia de campaña.
– Me parece perfecto Santi, al final ¿si conseguiste un descuento?, está muy caro el trabajo, no nos va a quedar nada para nosotros.
– Por supuesto, lo ven a uno güero y le quieren clavar los colmillos, no te apures negocié un buen precio.
Cerca de medianoche el vigilante le aviso a Majo que había llegado su amigo Jeovani. Intentaron seguir la jornada electoral en el noticiero, pero tener una maleta llena de billetes y la cocaína de siempre, los llevo al ritual de sus encuentros. Rendidos se quedaron dormidos en la alfombra de la sala.
Primero le dispararon a Majo en la cabeza, murió de inmediato, tenían amagado a Jeovani.
– Mejor abre la boca cabroncito, o te vas a morir a cachitos los próximos días – le dijo uno de los esbirros.
Jeovani se quemó los labios con el cañón humeante de la pistola que sabía a pólvora, no tuvo tiempo siquiera de quejarse.
Después del segundo disparo, su autor tomó la maleta, sacó un par de paquetes y le entregó en resto a su compañero.
– Llévale esa maleta al jefe. Va contado cabrón – lo amenazó –, tú y yo nos vemos para desayunar ahí te doy tu parte.
Frase robada
No parecía enferma. Yo creo porque estaba feliz
Fruto – Daniela Rea Gómez
La Visitante
En la tradición judía existe un espíritu maligno que posee a otros seres humanos (Dybbuk), probablemente la psiquiatría actual lo llame trastorno por despersonalización, o trastorno de identidad disociativo. Independientemente de cómo se llame o bajo qué cosmogonía se aborde, presenta un thriller muy a la mexicana, y no bajo la connotación malinchista y peyorativa. Por el contrario, una excelente historia que ocurre entre el Estado de México y en el entonces Distrito Federal de la década de los ochenta que, acotada a una comunidad universitaria, desenreda una trama que avanza paulatinamente de lo terrenal a lo paranormal, de manera fluida y sin sobresaltos, pidiendo concesiones (las necesarias para este tipo de historias) de manera gradual, pudiendo digerirlas adecuadamente, por lo tanto, se llega muy gratamente a los capítulos finales. Se resuelve muy bien el complicado tema de tener dos personajes en un solo espacio físico, a través de una subtrama que hoy es extremadamente actual, explorando la nostalgia, el suspenso, el misticismo y la violencia de genero.
Finalmente, varias canciones aderezan la lectura, y encontrarán esa lista en Spotify.
Oración del Epigramista

Bonus track


