Mi perra vida, la décimo segunda semana del año 2024.

Cómo poner nervioso a un corredor

La Pila es una ruta forestal en el pueblo de San Lorenzo Acopilco. Muy agradable, diez kilómetros de ida y el mismo sufrimiento de regreso. Un paraíso para los corredores, que se encuentra a 3100 metros sobre el nivel medio del mar, es plano, y suele estar protegida por una acogedora sombra de los centenarios pinos que la rodean.

Pero como casi todo en este complicado México, debe tener algo entre surrealista y mágico. Este paraíso para los corredores no es tan frecuentado, en buena medida por su fama de secuestros, robos y asesinatos, entre otros motivos por la deforestación ilegal del bosque.

Lo anterior se acompaña de un camino de llegada difícil, ya que al subir en auto después de unos cientos de metros, las casas comienzan a ser más precarias, y conforme se acercan al lindero con el bosque, rayan en la pobreza extrema. Evidencia inequívoca de la cruel desigualdad económica (y muchas cosas más) de nuestra sociedad. Ya que, entre tendederos con ropa roída y perros desnutridos anclados con dolorosas cadenas, esta colonia padece entre otras carencias, de falta de agua, a pesar de que corren afluentes que seguramente alimentan a colonias con un código postal de mayor aprecio. Y así como el agua que no pueden tomar se les pasa enfrente de sus narices, también los fines de semana pasamos corredores y ciclistas con miles de pesos en ropa, gadgets, bicicletas, y mascotas.

Si lo anterior no fuera suficiente, en épocas de invierno cuando se llega antes que el sol, la neblina y el frío le dan un tono bastante sombrío, en tales circunstancias correr es algo que la mente busca ante el natural deseo de escapar.

En el punto de retorno hay un páramo con algunos troncos tirados, donde puedes descansar un poco y tomar aire para volver al punto de inicio. Este solar en medio del bosque cuenta además con un extraño atractivo, unas figuras de conejo montadas en una base de concreto unidas por un resorte.

En esta ocasión era el segundo fin de semana consecutivo que acudía a entrenar aquí, el entrenamiento previo consistió en correr la distancia del maratón, y para alcanzar mi punto de máximo entrenamiento intentaba recetarme neciamente otros cuarenta y dos kilómetros.

Este preludio me sirve de pretexto para justificar que mi cansancio me hizo pensar que estos conejos en medio de la nada deberían tener una historia interesante. No dilataré más este relato, pero dejaré una lista con algunas consideraciones que rondaban mi cabeza mientras reposaba, y me reclamaba la insensatez de correr dos maratones en ocho días.

–          ¿Quién pondría esos conejos ahí? Un emprendedor rural que deseaba dar atracción a los heroicos niños (diferenciar de los niños héroes) que llegaran a tan inhóspito sitio. Tal vez pensaba que algún día los alcanzaría la mancha urbana y el defendería su lugar de esparcimiento. Acaso es el inicio de una idea más grande y sería víctima de la violencia, lo cual lo llevó a desistir. Quizás debajo de cada conejo hay un cuerpo que alguien sigue buscando.

–          ¿Por qué no tienen ninguna huella de daño o vandalismo? Los he visto por años y parecieran inmunes a los efectos del clima, y al comportamiento del primitivo chilango.

–          ¿Es extraño que ese páramo no tenga basura ni fogatas? Pareciera que alguien lo limpiara. Acaso los conejos se alimentan de la basura que “naturalmente” dejamos los seres humanos, o serán conejos traga chilangos maleducados.

–          ¿Por qué están distribuidos delimitando un gran cuadrado con una pila de madera en el centro? Son acaso un centro ritual donde nahuales, chaneques, nomos o cualquier manifestación del maligno se encuentran para comunicarse con sus patrones en el más allá.

 Tras una búsqueda en Internet y hacer que chatGPT se frustrara al no encontrar explicación a mis consideraciones, solo puedo hacer conjeturas, y si alguien conoce alguna explicación se agradecerá aclarar mis absurdas hipótesis. Ya que siempre que me siento a descansar lo hago con algo de apuro, porque el silencio interrumpido por el crujir de los arboles y esos conejos mirándome me dan mala espina.


Frase robada

A los imbéciles siempre les falta sentido del humor

MANIAC de Benjamín Labatut



Cinta negra de Eduardo Rabasa

Se imaginan vivir en un mundo dominado por la precarización, el capitalismo voraz, el blanqueamiento del cinismo social, todo esto auspiciado por la razón de los billetes. Pues ese mundo es en el que nos encontramos, y Eduardo Rabasa lo toma como telón para crear un escenario parecido el de Don Quijote, con Sancho y Dulcinea, usando serie de personajes coloquiales y divertidos que ejemplifican repetidamente (tal vez demasiado) los vicios normalizados de la sociedad actual. Las historias hilarantes del protagonista que, en lugar de ser guiado por la diáfana ilusión Cervantina, es orientado por la barata autosuperación personal, y en vez de estar cegado por el amor a su amada, unos celos recalcitrantes hacen pensar en el guion de alguna telenovela mexicana.

Me parece que se recurre demasiado al discurso para mantener viva la historia por lo que tarde o temprano fastidia, y utilizar un final inconcluso rompe la dinámica del fastidio de una sociedad enferma.


Bonus track

¿Se acuerdan de la historia de las croquetas para los perros famélicos? Esta es la casa.

Para cuando llegue esto a sus buzones de correo electrónico yo estaré corriendo una carrera en la montaña de setenta kilómetros, si la tecnología lo permite por aquí me podrán seguir.

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